El 15 de abril nos vimos sorprendidos por el incendio del templo de Notre Dame en París. Las imágenes nos sacudieron. Y al tratarse de uno de los templos más icónicos, venerados y visitados de Occidente, esto provocó hondos sentimientos. Y también, sin duda, un movimiento en el Inconsciente Colectivo de Occidente. Dada la situación de la Iglesia Católica, la imagen evocó una serie de asociaciones que rayaron en lo sincronístico. Quizás lo más puramente sincrónico, se encuentra en el hecho de que el mismo día, otro templo sufriera un incendio. No un templo cualquiera, sino el tercero más importante del Islam, la mezquita de Al-Aqsa.

Notre Dame (“templo de la Diosa”), dedicado a la Virgen María, estaba construido sobre un antiguo templo de Júpiter, el que a su vez estaba erigido sobre sitios de culto de los habitantes originales de ese territorio. Dado el lugar, se ha especulado con respecto a la influencia de los cultos celtas a la Gran Madre. Al estar ubicado en la isla de la Cité de Paris, entre dos brazos del río Sena, hay quién ha encontrado resonancias con el templo de Isis construido en la isla de Philae (actualmente sumergida) en el Nilo. También se dio a conocer una cuarteta del famoso astrólogo francés Nostradamus donde predecía muy fielmente el incendio. Además, Francia es un lugar privilegiado en las mitologías asociadas a María Magdalena embarazada, como interpretación del Grial.

Algo muy interesante, en términos de asociación simbólica, es el hecho de que hace algunos días, también contemplamos otro fuego. Esta vez en el Cielo: la fotografía del Agujero Negro en el corazón de la galaxia M87, en la constelación de VIRGO (la Virgen). El principio masculino, tradicionalmente asociado a lo celeste, también reveló una imagen flamígera. Ver arder a Notre Dame fue como ver el fuego de la Madre Tierra, del principio femenino, que se encuentra particularmente activado en este momento. Quizás sea el tiempo de la destrucción purificadora de las estructuras actuales de ambos principios, de las formas en que ambos principios se han manifestado en nuestra civilización occidental greco-latina y judeo-cristiana, para dar paso a una forma de expresión nueva (no olvidemos que Julian Assange, gran revelador y destructor de estructuras corruptas también fue tomado preso en este período) ¿Que forma tendrá esta expresión? No lo sabemos aún. Como suponían los Estoicos (grandes representantes del principio masculino, que deben ser re-descubiertos) dependerá de nosotros, en parte. Notre Dame reunía en su arquitectura simbólica ambos principios, el femenino y el masculino, en sus dos torres y su aguja.

En otra ciudad de grandes connotaciones simbólicas para Occidente, Jerusalén, se incendiaba la mezquita de Al-Aqsa, sin los grados de destrucción del templo parisino, afortunadamente. Se trata de la mezquita más grande de la Ciudad Santa, y la tercera en importancia en el Islam (después de La Meca y Medina). Su nombre significa “La Mezquita mas lejana” y hace referencia a que Mahoma fue transportado desde La Meca en “el viaje nocturno”, para luego ser llevado al Cielo desde Al-Aqsa. Este templo sirvió de base a los Templarios en Jerusalén, y su último gran Maestre, Jacques de Molay, fue quemado muy cerca de la explanada de Notre Dame.

Las fibras históricas y espirituales de ambos templos están, en cierto modo, entrelazadas como las raíces de un árbol, formando el tronco sobre el que descansa el follaje de nuestra cultura. Su fuego revela un peligroso pero estimulante estado espiritual: la purificación. Oriente puede aportarnos otra mirada, desde un proverbio taoísta: “Cuando la tierra disminuye y el cielo aumenta, hay pérdida; cuando la tierra aumenta, y el cielo disminuye, hay ganacia”.

Lo único cierto y objetivo es el hecho: un templo se quema, el humo asciende (como el Profeta). Algo se retira, y da paso a otra cosa…