Rescatamos este viejo artículo, guiados por la necesidad de muchos asistentes a talleres y sesiones, de establecer y explorar ciertas diferencias profundas entre el camino espiritual masculino y femenino. La literatura al respecto es predominantemente masculina, llegándose al extremo de equiparar desarrollo espiritual masculino (que tiene sus propios aspectos, desafíos, y destinos) con el “desarrollo espiritual de la raza humana”. Sin embargo, nuestra época ha rescatado nuevas y potentes miradas sobre el desarrollo psico-espiritual femenino, que, como se plantea en el artículo, tiene su propia expresión, más allá del feminismo militante. Voces pioneras como Emma Jung, Marie-Louise von Franz, Jean Shinoda Bolen, Esther Harding y Maureen Murdock, son continuadoras, en distintos campos, de antiguas discípulas como Hipatia, Hildegard von Bingen o H.P. Blavatsky. La experiencia enseña que hay que hacer un largo camino en solitario antes de encontrar un verdadero compañero de viaje, antes de experimentar una real Conjunctio…

 

 

En el fondo de toda peregrinación hay una utopía y un mito: mito de la regeneración y
utopía de la presencia.
Frédéric Gros, “Andar, una filosofía”

¿Hace cuánto que no emprendes una caminata? ¿Una exploración, a solas con pies y morral, sin mayor preocupación por tu destino? Esto nos evoca palabras como “marcha”, “expedición”, “peregrinación”, “paseo”, “expiación”, “encuentro”, “liberación”, “aventura”. Cuando caminamos, vivimos una suerte de retorno a aspectos esenciales, tanto biológicos como psicológicos. En definitiva, espirituales. Caminar es, probablemente, una de las actividades no contemplativas más potentes para conectarnos y hundirnos en la naturaleza. Intentamos superarnos físicamente, reflexionar muy concentrados, o inspirarnos dejando que pensamientos y sentimientos vuelen por el paisaje que atravesamos. De alguna manera, caminar apela a sentidos básicos y profundos: a la voluntad de Nietzche y a la sensibilidad poética de Rimbaud; a la especulación filosófica de los peripatéticos de Aristóteles y a la mística de Gandhi; a la capacidad negociadora de Steve Jobs y a la regularidad de Kant. Todos ellos fueron grandes caminantes, y utilizaron la marcha para pulir atributos destacados de su personalidad, o simplemente, para dar rienda suelta a la “esencia” que los habitaba.

CAMINAR Y PEREGRINAR

Poner un pie delante de otro puede no ser un acto simple. A veces es más efectivo que todas las técnicas de Mindfulness juntas. Caminar conscientemente significa llevarse “a si mismo y a toda su circunstancia”.

En su hermoso libro “Andar, Una Filosofía”, Frédéric Gros escribe que “cuando se camina, la realidad no es únicamente la solidez del suelo, sino también la prueba de nuestra propia consistencia. Thoreau insiste en ello repetidas veces: en la marcha también se trata de nuestra realidad. Pues caminando el hombre no se siente “la Naturaleza”, sino “natural”. No se trata aquí en absoluto de “comunión” ni de “fusión”. Esas expresiones casan más con las grandes experiencias místicas, en las que el pensamiento se cumple y se desvanece a la vez en un Todo. No, en la marcha es más una cuestión de “participación”: siento en mi lo vegetal, lo mineral y lo animal. Me siento hecho de la misma madera que el árbol cuya corteza toco al pasar, del mismo tejido que las altas hierbas que rozo, y mi respiración entrecortada, cuando me detengo, se acompasa con el jadeo de la liebre que de pronto hace un alto delante de mi”.

¿De dónde nace la potencia espiritual de una actividad tan vulgar y terrestre, tan inconsciente en los seres humanos? Fréderic Gros nos da luces al respecto: “al caminar solo hace falta lo necesario. Caminar es vivir una existencia decapada (el barniz social se ha fundido), aligerada, libre de instrucciones sociales y purgada de lo fútil y de las máscaras. Lo necesario está un nivel por debajo de lo útil. Lo útil es lo que intensifica la capacidad de actuar, aumenta la producción de efectos y acrecienta la competencia. Lo inútil, lo superfluo, es todo lo que queda, concedido a la apreciación de los demás, y a la propia vanidad. Justo por debajo de lo útil está lo necesario. Es lo irreemplazable, lo ineludible, lo insustituible. Su ausencia provoca enseguida un bloqueo, una parada, dolor. Calzado sólido, prendas de protección, o de repuesto, provisiones, un botiquín, mapas geográficos… Para lo que es simplemente útil siempre se encuentran equivalentes naturales: ramas (estacas, palos, bastones), hierbas (servilletas, almohadas). Un último nivel es el de lo elemental. Es casi una inmersión total. Lo elemental se revela como plenitud de la presencia. Lo necesario se distingue aún de lo útil. Lo elemental ya no se opone: lo es todo para quién no tiene nada. Lo elemental es la capa primera, arcaica, cuya consistencia apenas se nota porque no se entrega en toda su pureza más que a quién, en un momento dado, se ha librado de lo necesario. La marcha permite, unos instantes, sentir lo elemental. Si no, para alcanzarlo hace falta una conversión brutal, peligrosa y extrema […] Lo elemental es aquello a lo que nos abandonamos, y que se nos da de manera absoluta. Pero para experimentar su consistencia hay que asumir el riesgo, el riesgo de prescindir de lo necesario”.

No hay camino espiritual sin riesgo. Mientras más profundo, más riesgoso. Por ello, el “camino” y el “caminar” son quizás las metáforas más utilizadas cuando las tradiciones espirituales de la humanidad se explican a si mismas. Por ejemplo, la idea china de Tao ha sido traducida e interpretada como “la Vía”. Para el “Héroe” mítico, la experiencia de desplazarse a pie es arquetípica y necesaria. Todo ellos tuvieron que caminar, no solo en sentido simbólico, sino que también físico. Teseo, Heracles, Edipo, Arjuna, Gilgamesh, Jesús, Buda. Caminar para ir a los lugares donde el misterio de la propia identidad se revelaría. El héroe caminante se transformaba en peregrino.

El peregrinaje es, en esencia, transformador. Quién inicia el camino no es quién lo termina. El camino transforma, tal como lo han experimentado durante centurias los peregrinos del “Camino de Santiago”, en España.

LA ALQUIMIA DEL CAMINAR

La Nigredo, la Albedo y la Rubedo se van sucediendo a medida que colocamos un pie delante de otro. La tradición alquímica también ha utilizado la metáfora andante, como lo vemos en estas imágenes:

Todos los héroes peregrinos deben partir de lo anónimo, lo cotidiano y lo protector (sea esto una persona, un lugar o una cultura). Un hogar, una zona cómoda. Pero el mundo conocido no era lo que se pensaba, y ya sea por urgencia o desilusión, hay una llamada de un camino a recorrer. El héroe (y la heroína, por cierto) empacan lo que creen que necesitarán y parten. Dejan atrás un “mundo ordinario”.

La partida del “Mundo Ordinario” es la primera fase que Joseph Campbell (gran caminante en su juventud) definió para su “Monomito” o modelo arquetípico del “Viaje del Héroe”. Siendo un tema ya suficientemente conocido, no profundizaremos en sus fundamentos míticos, características psicológicas o efectos en los guiones de Hollywood, pero “una imagen vale por mil palabras”:

EL VIAJE DEL HÉROE

Para Campbell (como para Jung) el mito del héroe y su aventura era el arquetipo organizador de la consciencia. Como tal, tiene manifestaciones psico-espirituales que se encarnan en los héroes míticos clásicos y modernos (desde Gilgamesh a Batman), y manifestaciones instintivas y biológicas, tal como ocurre cuando los cachorros de cualquier ser vivo se aventuran fuera del nido hacia lo desconocido, o el joven abandona el hogar para encontrar su lugar en el mundo.

La activación de este arquetipo y su imagen en nosotros es particularmente potente, ya sea en la progresión normal de la vida, o ante un hecho disruptivo que obliga a ampliar la consciencia. En las propias palabras de Campbell en su libro “El Héroe de las Mil Caras”, el viaje se describe de la siguiente forma:

Encuentro con la Sombra
La Aventura puede resumirse en el siguiente diagrama: el héroe mitológico abandona su choza o castillo, es atraído, llevado o avanza voluntariamente hacia el umbral de la aventura. Allí encuentra la presencia de una sombra que cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar esta fuerza y entrar vivo al reino de la oscuridad (batalla con el hermano, batalla con el dragón; ofertorio, encantamiento), o puede ser muerto por el oponente y descender a la muerte (desmembramiento, crucifixión). Detrás del umbral, después, el héroe avanza a través de un mundo de fuerzas poco familiares y sin embargo extrañamente íntimas, algunas de las cuales lo amenazan peligrosamente (pruebas), otras le dan ayuda mágica (auxiliares).

Integración del Ánima
Cuando llega al nadir del periplo mitológico, pasa por una prueba suprema y recibe su recompensa. El triunfo puede ser representado como la unión sexual del héroe con la Diosa Madre del mundo (matrimonio sagrado), el reconocimiento del Padre creador (concordia con el Padre), su propia divinización (apoteosis), o también, si las fuerzas le han permanecido hostiles, el robo del don que ha venido a ganar (robo de la desposada, robo del fuego).

Encuentro con el Self
Intrínsecamente es la expansión de la consciencia, y por ende, del ser (iluminación, transfiguración, libertad). El trabajo final es el del regreso. Si las fuerzas han bendecido al héroe, ahora este se mueve bajo su protección (emisario); si no, huye y es perseguido (huida con transformación, huida con obstáculos). En el umbral del retorno, las fuerzas trascendentales deben permanecer atrás; el héroe vuelve a emerger de la congoja (retorno, resurrección). El bien que trae restaura al mundo (elixir).

UN JOVEN HÉROE MASCULINO

Si relacionamos la experiencia del caminar con el Monomito, emerge una gran película, especialmente popular entre la juventud: “Hacia Rutas Salvajes” (Into the Wild, 2007, dirigida por Sean Penn). La trama (basada en una historia real) es conocida: la odisea de Christopher Mc Candless (interpretado por Emile Hirsch) en su viaje a pie hacia Alaska, abandonando su familia y las convenciones de la sociedad.

Llena de bellas imágenes, reflexiones y momentos de un viaje hacia la madurez hecho de forma radical, narra una apuesta sin vacilaciones frente a una potente llamada del destino, entendido como idealismo extremo o una “locura juvenil”. Aunque se esté o no de acuerdo con las razones del viaje de Chris Mc Candless, su historia contiene mucho material mítico y heroico. Responde a su llamada interior, “cruza” umbrales (carreteras, ríos, hasta el mar, e incluso un bautizo con un nuevo nombre: Alexander Supertramp), encuentra “aliados” (como la pareja de hippies, el jefe y amigo en el trabajo agrícola, y el anciano Ron Franz), enfrenta grandes sombras (en su visita a la ciudad por tren), y consigue su premio (llegar a Alaska, a vivir según sus convicciones).

Una característica interesante es que, aparte de la figura de la madre y un potencial amor no realizado (Kristen Stewart), no hay en la película una imagen femenina relevante, al menos explícita. Al contrario, existe una imagen femenina determinante y potente, pero tácita, que lo guía. Una imagen abstracta y sólida a la vez, como una diosa madre antigua: la Naturaleza. Se sumerge y se deja guiar por ella en su viaje en búsqueda de una trascendencia que no es totalmente comprensible, y que se manifiesta en un constante desafío físico y psíquico consigo mismo.

Esta travesía en medio de la Naturaleza le da la oportunidad de probarse a si mismo como hombre. Es el vínculo más poderoso (en términos amorosos, o de EROS) que posee con “algo”. Podríamos decir que se trata de un tipo de energía interior muy particular (que Jung denomina el Ánima), y que parece compensar su energía exterior y su consciencia fuertemente enfocadas en la Razón y la Voluntad de trascendencia (en términos de LOGOS, o Espíritu).

Toda la odisea de Chris Mc Candless está salpicada del Trascendentalismo de Ralph W. Emerson y Henry D. Thoreau, y porque no, también de Nietzche (todos ellos grandes caminantes). Hay una hermosa escena cargada con el aura de estos pensadores, donde Chris (tomado por el arquetipo junguiano del “Niño Divino”) desafía y dialoga con el anciano Ron (encarnación del arquetipo junguiano del “Viejo Sabio”), donde la valoración arrogante que Chris hace de aspectos ligados al LOGOS, contrasta con los aspectos del EROS que el viejo Ron intenta transmitirle:

La polarización hacia el LOGOS, o la trascendencia, hacen que Chris Mc Candless posea una gran compulsión hacia la soledad y el aislamiento, desechando vínculos, en su camino a conquistar a este gran espíritu femenino que es la Madre Naturaleza. En la etapa final del viaje de Chris, esta Ánima-Naturaleza revela su parte de realidad brutal con la llegada del invierno, y nuestro héroe no puede continuar viviendo en el autobús abandonado, azotado por el frío y la falta de provisiones. Y cuando decide regresar a la civilización, ya es tarde. La madre Naturaleza lo reclama para ella, y la crecida del río cercano le impide abandonar la región nevada. Simbólicamente, se ha adentrado demasiado en sus misterios. La experiencia de los arquetipos puede ser muy dura y no admite vuelta atrás.

Descender de lo útil y lo necesario hasta lo elemental de la vida, lo hace comprender que a pesar de las alturas a las que se llegue, en el final está la necesidad de compartir: “la felicidad solo es verdadera cuando se comparte”. En esos momentos (y en el contexto de la película) Chris logra “unir” los opuestos desbalanceados, EROS y LOGOS, cuya imagen simbólica es el retorno a la casa de sus padres, representantes de los grandes principios cósmicos. Es ahí cuando ocurre la experiencia final de fusión con la Totalidad.

EL SESGO MÍTICO MASCULINO E INDIVIDUALISTA

En cualquier caso, muchas de las actitudes de Chris Mc Candless están en consonancia con el énfasis que el Monomito de Campbell pone en conceptos como “avance”, “expansión”, “lucha”. La consciencia (el héroe) debe luchar por encontrar caminos, conquistar trofeos, derrotar enemigos. Traer luz a espacios oscuros, Cosmos al Caos. Con ello la consciencia se acerca a la totalidad (Heracles, habiendo cumplido su largo periplo de hazañas, se inmola en una pira, de donde es tomado por Zeus y admitido en el Olimpo). En cualquier caso, es fácilmente reconocible el matiz YANG que lo recorre, producto natural de la consciencia masculina de su autor, y porque no decirlo, de su indudable filiación como mito de un esquema patriarcal.

Desde el punto de vista de la Psicología Junguiana, son claramente reconocibles las características generales de un proceso de individuación más bien masculino. En el Monomito, no hay más referencia a lo femenino que el “Matrimonio Sagrado”.

Y si bien el modelo de Joseph Campbell constituye un aporte extraordinario, adolece de este sesgo patriarcal, y es también un mito individualista: no hay más referencia a la “comunidad” que el ganar el elixir que la restablecerá. Pero esto lo hace el héroe en forma solitaria. En tiempos de crisis de la Tolerancia y la Alteridad, de globalización y consciencia planetaria en ascenso, tanto el propio Campbell como Rollo May, el gran psicólogo humanista, escribieron acerca del advenimiento del “Mito Planetario”, aquél que nos considera a todos como “tripulantes de la misma nave espacial”. Esto revela otro sesgo que el Monomito original también posee: el sesgo individualista. Aparte del mito de Jasón y los Argonautas, es muy difícil encontrar mitos de “equipos”, de la “comunidad” como héroe.

Curiosamente, en los últimos tiempos, Hollywood ha comenzado a explotar el tema, gracias al éxito de “El Señor de los Anillos”, “Watchmen”, “Avengers”, “Liga de la Justicia”, etc. y de clásicos desde “Los Siete Samurai” de Akira Kurosawa hasta “Ocean´s 11-12-13” de Steven Soderbergh, donde la primera tarea del equipo es lidiar con la Sombra grupal que crean los egos individuales. Quizás es la continuación, la secuela, la contribución que nuestra generación debe escribir. Ahí está, por ejemplo, la crisis del modelo socio-económico capitalista e individualista. El sentido de “comunidad” siempre aparece más ligado a lo femenino. Obviamente, a aspectos del EROS. Para Jung, “Eros es estar vinculado”.

EL VIAJE FEMENINO

Cuando la psicóloga y escritora Maureen Murdock visitó a Joseph Campbell para plantear la posibilidad de una alternativa al Monomito, basada en su propia experiencia y la de sus pacientes, se llevó una sorpresa, tal como cuenta en su libro “El Viaje de la Heroína”:

“Mi deseo de entender como se relaciona el viaje de la mujer con el viaje del héroe, me llevó por primera vez a hablar con Joseph Campbell en 1981. Sabía que las etapas del viaje heroico femenino incorporaban aspectos del viaje del héroe, pero me parecía que el eje del desarrollo espiritual femenino era curar la escisión interna entre la mujer y su naturaleza femenina. Quería conocer la opinión de Campbell. Para mi sorpresa, respondió que las mujeres no necesitaban hacer el viaje. “Ya se encontraban ahí”. Esta respuesta me dejó helada y la encontré profundamente insatisfactoria. Las mujeres que conozco y con las que trabajo no quieren estar ahí, en el sitio al que la gente quiere llegar. No quieren encarnar a Penélope, esperando pacientemente, eternamente tejiendo y deshaciendo. No quieren ser servidoras de la cultura masculina dominante, prestando servicio a los dioses. No quieren seguir el consejo de los predicadores fundamentalistas y volver al hogar. Necesitan un modelo nuevo que comprenda que y quién es la mujer”.

Ya desde la Odisea, y pasando por los trovadores, hasta el mito artúrico medieval, el caballero se comporta como una suerte de “motor movido”, en órbita alrededor de una dama, que es un “motor inmóvil”. Ella inspira las hazañas del héroe que lo conducen a su crecimiento. Sin embargo, ella permanece sin cambio, en un proceso muy similar al del artista en relación con su Musa. Este es el sentido de la frase de Campbell, “la mujer ya está ahí”. Pero nadie le había preguntado a ella… y ella también anhelaba una transformación.

En palabras de Maureen Murdock, tomadas de su libro “Ser Mujer: un viaje heroico”:

“Como la mayoría de los viajes, el camino de la heroína no es fácil, no tiene señales bien definidas ni guías turísticos. No hay mapa, carta de navegación, ni edad cronológica para el comienzo del viaje. No sigue caminos rectos. Es un viaje que raramente se ve validado por el mundo exterior; de hecho, el mundo externo lo sabotea e interfiere con él.”
“Comienza con un rechazo muy abrupto de lo femenino […] El viaje de vuelta pasaba por una redefinición y reconocimiento de los valores femeninos y su integración con las habilidades masculinas aprendidas en la primera mitad del viaje”
“Soy lo que puede llamarse una hija del padre, una mujer que se ha identificado primordialmente con el padre, rechazando a menudo a la madre, y que ha buscado la atención y la aprobación del padre y los valores masculinos”.
“El viaje comienza con la búsqueda de la identidad de la mujer. La llamada se oye a cualquier edad, cuando el exterior ya no vale”
“Sentir el poder en el mundo puede ser una experiencia embriagadora para la heroína y está completamente apoyada por nuestra sociedad materialista que otorga el supremo valor a lo que se hace. Lo que no sea hacer <> carece de valor intrínseco”
“Es a menudo en esta etapa cuando la mujer empieza a sentir que ha perdido su sincronía consigo misma, o puede sufrir una enfermedad física o accidente. Empieza a preguntarse: ¿Para que es todo esto?”
“Lo que puede haber perdido es una relación profunda con su propia naturaleza femenina. Tal vez la pérdida que siente es la de la sabiduría de su cuerpo, la sensación de falta de tiempo para dedicar a su familia o a sus proyectos creativos, la pérdida de amistades profundas con otras mujeres o la ausencia de su propia <>”
“Durante esta parte del viaje, la mujer comienza su descenso. Puede significar un período aparentemente interminable de vagar sin rumbo, de pena y rabia, de destronar reyes, de buscar los pedazos perdidos de si misma y de encontrarse con la sombra femenina”
“Nuestra heroína empieza poco a poco a curar la ruptura madre-hija. La curación se da dentro de la mujer misma, a medida que empieza a nutrir su cuerpo y su alma y a reclamar sus sentimientos, su intuición, su sexualidad, su creatividad y su sentido del humor”
“Nuestra tarea es sanar esa brecha interna que nos dice que arrollemos los sentimientos, las intuiciones y las imágenes de sueños que nos informan de la verdad de la vida. Necesitamos el valor de convivir con la paradoja, la fortaleza para mantener la tensión de no saber respuestas, y la voluntad de escuchar nuestra sabiduría interna y la sabiduría del planeta, que suplica cambio”
“La heroína tiene que convertirse en una guerrera espiritual. Esto exige que aprenda el delicado arte del equilibrio y tenga la paciencia para permitir la lenta y sutil integración de los aspectos femenino y masculino de si misma. Este es el matrimonio sagrado de lo femenino y lo masculino: cuando una mujer puede servir de verdad, no solo a las necesidades de los otros, sino a la vez responder y valorar las suyas propias”.

ALMA SALVAJE

En términos cinesóficos, el Monomito tiene una potente contrapartida femenina y caminante: “Alma Salvaje” (Wild, 2014, dirigida por Jean-Marc Valleé). Debo confesar que mis expectativas eran bajas. No había profundizado en el trabajo de Maureen Murdock, y pensaba que se trataría de un “re-cocimento” de la fórmula dramática de “Hacia Rutas Salvajes”, con similar premisa (una historia y un personaje fáciles de idealizar). Pero no. Las grandes caminatas no son patrimonio de los hombres. Se basa también en una historia real, la del peregrinaje de 1.000 kms que Cheryl Strayed (interpretada por Reese Whitherspoon), hace a través del Pacific Crest Trail, un sendero que cruza la costa oeste desde California a Canadá. La razón que la impulsa a esta aventura es la necesidad de sanación y autoconocimiento, producto del trauma que significó un padre alcohólico y violento, una madre muy cercana pero que muere de cáncer, lo que la lleva a comportamientos autodestructivos de sexo y drogas.

A grandes rasgos, Cheryl transita duramente por las etapas del Viaje de la Heroína, primero conociendo y siendo absorbida por la Sombra masculina, dejándose llevar por relaciones tóxicas y peligrosas con hombres y drogas, que incluso le cuestan el matrimonio con la única figura masculina equilibrada que conoce. Además, muere su madre, potentísima figura femenina, una mujer simple, amorosa y abnegada, pero que había iniciado su propio camino de autodescubrimiento, a pesar del pesimismo de su hija:

Siendo una mujer joven, fuerte e inteligente, Cheryl no poseía una imagen de LOGOS sana, producto de la falta de imagenes masculinas/paternas potentes. Y cuando necesitó del autocontrol y la voluntad de cambio, no las encontró en si misma. Se convirtieron en rabia e impulsos autodestructivos. En el fondo de su pozo Cheryl, casi fortuitamente, decide emprender la travesía por el Pacific Crest Trail, a pesar de su nula experiencia de caminata. Y una vez allí, los fantasmas propios del viaje solitario, y aquellos que la esperan dentro emergen a cada paso. Es la aridez espiritual, la muerte y el descenso a la Diosa, en este caso, la Naturaleza. Comienza entonces el duro y largo proceso de reconectar con lo femenino, y reparar la ruptura entre madre e hija.

A continuación las imágenes se mueven hacia los hombres con los que intimó, en especial su marido, en un intento por entender y perdonar esa experiencia, sacarse pesos de encima, literalmente, cuando un hombre mayor, especialista en el sendero (una imagen positiva y sanadora del “Viejo Sabio”, que simboliza atributos de discernimiento y voluntad), la ayuda a deshacerse de cosas inútiles de su enorme mochila:

La catarsis final tiene lugar con la aparición del “Niño Divino”, un pequeño que pasea una llama por el bosque con su abuela. Cheryl se impresiona con él, y entablan un corto diálogo que en su simpleza pone el dedo en la llaga:

En medio del bosque, la gran Madre Naturaleza, Cheryl Strayed deja de oponer resistencia y se entrega a si misma y a su historia. Se arrodilla. Y sucede la transformación. Al contario de la historia de Chris Mc Candless, cuya resolución implica en forma simbólica una “elevación”, en la historia de Cheryl Strayed, hay una profunda conexión con lo femenino, con la Tierra, luego de integrar también aspectos masculinos…

Finalmente, Cheryl logra llegar al final del sendero, un puente significativamente llamado “Puente de los Dioses”. Reconciliada con su pasado, y llena de gratitud e incertidumbre, reflexiona al final de la película:

Esta vez, la reconciliación entre los grandes principios cósmicos se da en la “Tierra”, no en el “Cielo”. Cheryl se transforma en esposa y madre, dando energía al Ciclo de la Vida…

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Pasamos mucho tiempo caminando de un polo a otro para conocerlos, para encontrar un equilibrio, para sanarlos. Muchos personajes de nuestra vida son su cara visible en determinados espacios y tiempos. Eros y Logos, Yin y Yang, Cognición y Afectividad, Masculino y Femenino. Parafraseando a la Alquimia, debemos conocer su correcta proporción en nosotros. Hacer el viaje hacia ello implica desechar lo inútil, trabajar con lo útil, reconocer lo necesario y luego renunciar a todo para encontrar lo más elemental. Así probamos nuestra voluntad y ganamos la confianza, no solo en nosotros, sino también en lo que está más allá…

“El héroe, por lo tanto, es el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas personales y locales y ha alcanzado las formas humanas generales, válidas y normales. De esta manera las visiones, las ideas y las inspiraciones surgen prístinas de las fuentes primarias de la vida y del pensamiento humano. De aquí su elocuencia, no de la sociedad y la psique presentes y en estado de desintegración, sino de la fuente inagotable a través de la cual la sociedad ha de renacer. El héroe ha muerto en cuanto hombre moderno; pero como hombre eterno – perfecto, no específico, universal – ha vuelto a nacer. Su segunda tarea y hazaña formal ha de ser (como Toynbee declara y como todas las mitologías del mundo declaran) volver a nosotros transfigurado y enseñar las lecciones que ha aprendido sobre la renovación de la Vida”.
Joseph Campbell, “El Héroe de las Mil Caras”

“Mitológicamente, el viaje del héroe es hacia arriba y afuera y el viaje de la heroína es hacia abajo y adentro. El viaje masculino se dirige hacia el espíritu, y el viaje femenino es un descenso a la conexión con el alma, con la Feminidad Sagrada”.
Maureen Murdock, “El Viaje de la Heroína