Las Runas, esas misteriosas piedras o trozos de madera grabados, conforman uno de los mas antiguos sistemas simbólicos. Cuando hablamos de un “sistema simbólico”, nos referimos a una manera de representar la compleja interconexión de fuerzas, estructuras y procesos, que tiene lugar en el Mundo.

Y entendemos por “Mundo” al espacio-tiempo donde confluyen, se resuelven, y encuentran su propósito y destino, todos los fenómenos concebibles. Muchos de ellos, no son percibibles por los seres humanos, otros son sólo intuidos, y otros directamente manifiestos.

El propósito de un sistema simbólico, es ser un puente o un mapa de aquellas dimensiones que intuimos y no percibimos: la trama que se oculta, la pauta que conecta.

En el ser humano, existe un espacio-tiempo interno y un espacio-tiempo externo. El sistema simbólico “representa y conecta” ambos.

Pero requiere de la total inmersión de quién se le acerque, para conocerlo. Al ser una pauta que conecta, le pide al intérprete una capacidad adecuada de conexión, una capacidad de establecer un vínculo (¿recuerdan la historia del Principito y el zorro, de Saint Exupery?).

Así, habrá símbolos con los que conectamos inmediatamente y otros que rechazamos (revelando nuestros puntos ciegos, a los cuales debemos darles vista); también habrá símbolos que nos rechacen (“esta tirada no me dice nada”). Son los misterios de ese mundo más allá de la lógica racional, los misterios del inconsciente colectivo, y aún mas, de nuestro propio inconsciente individual. Poseen su propia lógica para operar.

Por lo tanto, en un nivel, el intérprete fabrica sus Runas. Pero en otro, las Runas hacen al intérprete. ¿Cómo? A través de su sutil lenguaje sincronístico. Y no necesariamente lo hacen consultándolas en una tirada (con el riesgo de que el sistema devore al intérprete: “no hago nada sin consultarlas”), sino estudiando, reconociendo su presencia invisible en los procesos de la vida, vivenciando su simbolismo. Aprender a ver, aprender a escuchar. Sólo ahí el intérprete podrá consultarlas para ayudar a otro, en términos de la verdad y la mirada del mundo de ese otro. Sino, serán solo instrumento del narcisismo y el deseo de poder inconsciente del intérprete (y, a la larga, eso se paga).

No hay receta o ritual específico para fabricar las Runas. Lo más importante es la disposición interior. Con eso, el fabricante podrá abrir un espacio-tiempo mítico y ritual, que le permita “reproducir” el acto simbólico de Odín. El fabricante sacrificará tiempo, energía y otros recursos, para ponerlos al servicio del acto de plasmar, en este espacio-tiempo, los símbolos que conectan con otro espacio-tiempo. Así se confeccionaba el arte sacro de todo pueblo. Y el fabricante se vuelve artista sacro, si logra experimentar el hecho de que al confeccionar un sistema simbólico, se está haciendo a sí mismo.

¿Es lo anterior muy antropológico o “espiritual” para ti, ser humano contemporáneo? Pues bien, hablemos en tu lenguaje: es Cibernética de Segundo Orden, según Gregory Bateson. Claude Levi Strauss lo llamó Participation Mystique con la Naturaleza. Para Carl Jung, es un evento de Sincronicidad. Y para Ignacio Matte Blanco una manifestación de la Bilógica.

No se trata solo de trozos de madera o pequeños guijarros. Tampoco de disfraces de chamán o vikingo, ni de una complicada y supersticiosa parafernalia ritual, tan propia del New Age. Se trata de ti, y de cómo articulas lo interno y lo externo. Eso hará la diferencia: si construiste Runas, o simples fichas con un dibujo.

Está muy cerca de la seriedad con que juegan los niños.

 

 

P.S. Estamos cerrando nuestro Curso de Mitología Nórdica y Runas, que impartimos en Haciendo Sagrado lo Cotidiano, dos o tres veces al año. Pronto se vienen otros cursos: Tarot, Numerología, Simbología, Astrología.  Te invitamos a dejarnos un comentario, acerca de cuál de ellos te gustaría transitar.