Preocúpate más por tu conciencia que por tu reputación.

Porque tu conciencia es lo que eres,

 y tu reputación es lo que los otros piensan de ti,

 y eso es problema de ellos.

 Albert Einstein

 
 
 
Como en todo, siempre hay más de una mirada. Y la mía es que Chile (lugar de asentamiento de la nueva kundalini de la tierra) está siendo remecido fuertemente en su cuerpo emocional y necesita llorar. Primero nos terremoteó la tierra, y junto con el tsunami, devastó tanto. Luego se tragó a 33 mineros, que devolvió de sus entrañas, después de tener a un país entero conmovido y unido frente a la tragedia.Y ahora se llevó a los 21 de Juan Fernández. ¿Por qué? ¿Para qué? Probablemente para que nos conectemos con el dolor del otro y con el propio, para terminar de entender, de una vez por todas, que el otro soy yo, y yo el otro, que somos uno aunque aparentemente todo quiera escindirnos.
 
Hay otra mirada, por supuesto, más mental, que no tolera el estado de shock y la catarsis colectiva de estos días, que hace imposible referirse a cualquier otra cosa que no sea el luto imperante. Muchos alegan, sobre todo en Facebook y Twitter, refiriéndose negativamente a este dolor, que como al animal herido, nos ha dejado medio inmovilizados. Algunos dicen que les parece un sintoma triste de la realidad nacional que a la gente le impacte más la muerte de un presentador de TV, que la muerte de un niño de 14 años a manos del estado, que nuevamente han transformado la muerte en un reality, que estiraron el chicle para que el 11 de septiembre pasara piola, para que se desinflara el movimiento estudiantil, para que se dejara de hablar de la causa mapuche y de otras tantas causas sociales, que la tele es el arma principal de la oligarquia política-económica en la tarea de atontar a la población. No digo que no, y todos quienes me conocen saben que este gobierno no es santo de mi devoción, pero ¿no será subestimar demasiado a la gente, creyendo que porque llora legitimamente todo lo que tiene atragantado, se olvidará de los temas importantes? Yo creo que no. Los temas no se sacan de la agenda, sólo se postergan, se hace una pausa, porque llorar es tan urgente como importante. ¿No ven estas personas la tremenda soledad de la gente? ¿la de la señora pobladora que nunca pudo educarse y cuyo único referente, y quizás su única “salida al mundo” o su única compañía es la tele? Por favor, dénnos permiso para llorar.
 
Que se investigue el accidente, por supuesto. Que si pudo evitarse, los responsables se hagan cargo. Que la Fach no sea juez y parte porque eso es impresentable. Y que volvamos a la agenda, a Villegas y a Vallejo, y a todo lo que quieran, pero dénle permiso a la gente para llorar. A un millonario, como Felipe Camiroaga, que siempre miró más allá de sus narices, por las necesidades del otro, que apoyó la causa mapuche, la de los estudiantes, y declaró publicamente su oposición a Hidroaysén, por nombrar sólo algunas lides en las que se comprometió. A un empresario como Felipe Cubillos, que entendió que desde el mundo empresarial también podía conectarse con el servicio y no se quedó esperando que otros solucionaran los problemas, sino que se hizo cargo desde el lugar que le tocó en el mundo.
 
Creo que el mejor homenaje que podemos rendirles a estas personas es nunca dejar de preocuparnos de nuestros hermanos menos afortunados.
 
Y mientras lo hacemos, y retomamos la agenda, me quedo con las iluminadas palabras de Paola Bontempi:
 
La muerte no puede quitar lo que el amor ha puesto en su sitio.
 
(Publicado en diario Visión del Maule, el 17 de septiembre de 2011)

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