Hace unos días atrás volví a revisitar esta vieja película del maestro Peter Wier, uno de los más grandes cineastas vivos en la actualidad. Y como siempre sucede con las obras maestras, -pues nadie se baña dos veces en un mismo río, ni nadie lee dos veces un mismo libro-, nuevas campanas tañeron.
 
Imposible no hacer la conexión entre el filme y el magnífico libro de Marlo Morgan, Las voces del desierto, y los auténticos hombres de Dios.
 
Filmada hacia fines de los años 70, La última ola narra la defensa que David Burton, un abogado australiano, debe hacer de unos aborígenes acusados de realizar un ritual pagano contrario a la ley de los hombres “civilizados”. En el proceso, el hombre blanco, que hasta entonces vive pacíficamente con su esposa e hija, toma contacto con los antiguos, y descubre una inquietante historia que habla de una gigantesca ola que destruirá Australia, la última ola. Así, es atormentado en sueños y también a través de visiones apocalípticas que le revelarán ancestrales conocimientos, pero a la vez destruirán su vida familiar cotidana.
 
En medio de vientos huracanados y granizos inexplicables, en que la naturaleza se presenta oscura e incontrolable, Burton descubrirá la existencia de un tiempo real y de otro, en una dimensión paralela, poblada de símbolos y misticismo, llegando a vivir una premonición que trastornará por completo su vida.
 
Como en sus otras películas, Weir despliega aquí toda su profundidad, reiterando aquellos temas que le son tan propios, como el de la orfandad de ciertos personajes que no pertenecen a un determinado mundo y sin embargo entran en él, viendo sus vidas enteramente modificadas.
 
Su cine se centra siempre, o casi siempre, en historias de iniciación y en los rituales o situaciones a los que los personajes son sometidos para lograr renacer y convertirse en otros seres distintos de lo que eran, verdaderos hombres nuevos. Inolvidables en este sentido son los protagonistas de Testigo en Peligro confrontado a una comuidad Amish, o el entrañable profesor de Literatura de La sociedad de los poetas muertos, una cinta que en mi opinión debiera ser obligatoria en el ramo de Lenguaje para los niños de primer año de la escuela secundaria.
 
En sus películas más crípticas, como ésta, o  la poética Picnic en Hanging Rock, es notable  la capacidad que tiene Weir de insinuar lo intangible, aquello que por su naturaleza no se puede filmar ni tampoco representar, invitándonos a entrar a un mundo de misterios donde no todo tiene una explicación.
 
Peter Weir. La última ola. The Last Wave. Australia 1977.