Protagonizada por la guapa y talentosa Kristin Scott Thomas, esta conmovedora película pone sobre la mesa el viejo tema de las prisiones físicas, pero sobre todo de las mentales. De las cadenas que nos ponemos y de los juicios equivocados que hacemos, pues creemos conocer el libro completo, cuando apenas nos hemos asomado a una página.

Juliette ha pasado los últimos 15 años de su vida en la cárcel. Ha cometido el más terrible de los crímenes y nunca ha hablado de ello con nadie. La espera afuera su hermana menor Léa, que la acogerá en su casa, donde vive junto a su marido Luc y sus dos pequeñas hijas adoptadas, más el suegro que ha perdido el habla.

La reincorporación a la “normalidad” es durísima para Juliette. A la hora de buscar trabajo,  de volver a relacionarse, aparecen el sufrimiento, la soledad, la incapacidad para confiar y abrirse al otro, los muros infranqueables, las sombras y los silencios.

Comienza sin embargo, poco a poco, un aprendizaje. Difícil y prolongado, pero que brota, lentamente, desde esa fuerza sorprendente que tenemos los seres humanos, de nuestra capacidad de reconstruirnos a pesar del dolor y la desconfianza.

El director, Philippe Claudel es novelista y se nota. Gran narrador, dosifica notablemente la información acerca de los distintos personajes, todos de carne y hueso, íntimos, y por eso mismo, entrañables.

Philippe Claudel. Il y a longtemps que je te’ aime. Francia y Alemania. 2008