Escrito por Herman Hesse en 1917.

Extracto de su libro Pequeñas Alegrías*.

Otra vez llega la Navidad, la cuarta ya desde el comienzo de la guerra. Y aunque existen algunos signos que hablan de esperanzas de liquidación de la guerra, hoy por hoy no cabe predecir cuánto tiempo puede durar todavía.
Todos los que de alguna forma han sido víctimas de la guerra, en particular los numerosos prisioneros en campo enemigo, vivirán esta Navidad como una fiesta de la nostalgia, fiesta del recuerdo de las cosas perdidas: el hogar y la infancia, la paz y la dicha que de la paz nace. Y ellos sentirán como su anhelo más profundo el deseo de aquella “paz en la tierra” que el evangelio de Navidad proclama.
Pero no olvidemos que la Navidad no es simplemente la fiesta de los niños y que la voz de los ángeles que anuncian el nacimiento de Jesús no es sólo una bella música para niños ni tampoco un nostálgico consuelo para los que sufren.
Que la Navidad no nos traiga sólo cuentos para niños, por hermosos que sean, o los resplandores del árbol navideño y las canciones infantiles. El recuerdo de Jesús, que en las diferentes confesiones ha encontrado una expresión tan varia, posee para cada uno de nosostros el valor de un nuevo impulso hacia arriba, de un ejemplo esencial. Aunque la idea de la redención del mundo puede ser distinta en cada individuo, lo importante para todos es principalmente el pensamiento de la redención por el amor. No es sólo el coro de los ángeles de Navidad el que nos exhorta a buscar esta redención. A ello nos invitan las voces de los grandes pensadores, poetas y artistas, y el valor profundo de estas voces consiste en que anuncian una realidad, un camino y una posibilidad que está viva en todo corazón humano.
Por eso la Navidad, al igual que todas las fiestas, no debe ser simplemente una mirada retrospectiva, sino un esfuerzo por despertar y reforzar en nosotros la buena voluntad. Pues la promesa está hecha a los hombres “de buena voluntad”.
No somos hombres de buena voluntad si nos contentamos con lamentar lo perdido y recordar lo que ya no tiene remedio. Somos hombres de buena voluntad cuando despertamos lo mejor y lo más vivo de nosotros mismos y seguimos la voz de esta conciencia nuestra. El que toma esto en serio, el que renueva su compromiso de permanecer fiel a lo mejor de sí mismo, ése es el que se encuentra en la buena disposición para celebrar la fiesta. Y sólo para él tendrán valor y simbolismo las campanas festivas y las luces de los cirios, las canciones y los regalos.
*Pequeñas Alegrías es un libro que recoge más de cuarenta artículos escritos entre 1899 y 1960. Muchos parecen apuntes cercanos a un diario de vida.