Hace años trabajo por el despertar de la mujer, y quienes me conocen saben que las feministas quemando sostenes nunca fueron santo de mi devoción. Sin embargo, en mi corazón cabemos todas, las amantes de Jean Austin y las de Simone de Beauvoir.
Y en este día, es bueno hacer algunas precisiones. Subrayar en primer lugar, que lo que los medios han convertido en una “celebración” para su vomitivo retail, no es más que el recordatorio del aniversario de la muerte de mujeres que protestaban por igualdad de condiciones en una fábrica, y por extensión,en la sociedad, por un desarrollo íntegro como personas.
Hoy, a añares de esas incendiarias muertes, las mujeres seguimos siendo discriminadas, – seamos chicas Austen o de Beauvoir-, y el sistema sigue tan perverso como siempre; se llena la boca con los valores de la familia, pero castiga grandemente la maternidad, en el trabajo y en la salud. Siempre ganamos menos que un hombre que hace nuestro mismo trabajo porque nosotras nos podemos embarazar, y nuestro plan de salud es más caro, por la misma razón. Si en nuestra opción de vida está hacer mermeladas para nuestros hijos, podemos irnos olvidando aspirar a algún puesto en una gerencia.
Para que entrar en las distinciones morales. Si ellos tienen varias mujeres son unos tigres, si nosotras osamos soltarnos un poco las trenzas, unas putas. Si nos agreden sexualmente, nosotras fuimos las provocadoras. Pero no voy a caer en la tentación de la quejumbre, para que venga algún Neanderthal a decir que me falta ya saben qué.
Cierro, reivindicando que ninguna mujer completa se merece un hombre a medias, a un hombre niño que esté pero no esté, que venga y se vaya, que la maltrate con violencia o con indiferencia, que es otra forma de violencia. Que no practique la sexualidad sagrada.
Nuestra tarea más importante es ser felices así nos cueste la vida entera entender que el gran amor de nuestra vida somos nosotras mismas. Vamos a invitar entonces a este viaje precioso a la masculinidad creativa, a los hombres conscientes, que los hay, para una justa relación con nuestro Sagrado femenino.
Nota sobre la fotografía:
En 1908, 40.000 costureras industriales de grandes factorías se declararon en huelga demandando el derecho de unirse a los sindicatos por mejores salarios, una jornada de trabajo menos larga, entrenamiento vocacional y el rechazo al trabajo infantil.
Durante esa huelga, 129 trabajadoras murieron quemadas en un incendio en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington Square, Nueva York. Los dueños de la fábrica habían encerrado a las trabajadoras para forzarlas a permanecer en el trabajo y no unirse a la huelga. El 8 de marzo es día de conmemorar y no de festejar.
Cuánta razón. Parece mentira pero, hoy en día, el patriarcado nos sigue dejando al margen. Sin embargo, poco a poco la fuerza femenina (y con ella una conciencia más alta) está despertando. Sólo falta que algunas de nuestras hermanas aprendan a no esperar al «Príncipe azul», o a pensar que son víctimas de las circunstancias.
Felicitaciones, Monica.Que triste lo sucedido, en esa fabrica!!!.Como dormiran en paz tantos dueños de cualquier tipo de empresa, sabiendo, y lo SABEN, q su sistema es injusto!!!!Quiero contar queen un Consuultorio en q trabaje como Matrona
ya hace 15 años.SI nos pagaban igual q a los hombres en los mismos cargos!!!.
Hay esperanza en algunas areas.