Para quienes no conozcan al autor,  una aclaración antes de reseñar el libro: El Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900 – 1986 ) fue un filósofo y pedagogo francés de origen búlgaro, además de alquimista, místico, mago y astrólogo.   Discípulo de Peter Deunov (Beinsa Duno), el fundador de la Fraternidad Universal Blanca, a los 17 años,  comenzó a llevar sus enseñanzas a Francia, donde las traspasó principalmente, pero también lo hizo en Suiza, Canadá, Estados Unidos, Reino Unido y Escandinavia. Así, durante los próximos 49 años y hasta su muerte, desarrolló la enseñanza de la Hermandad Blanca Universal, dando más de 5000 conferencias y heredando a la humanidad numerosos libros iluminados. Este es uno de ellos.
Dejando de lado la cuestión de saber si Jesús nació verdaderamente el 25 de Diciembre,  lo que destaca Navidad y Pascua en la tradición iniciática, es que en esta fecha tiene lugar el nacimiento del principio crístico. Y esa luz es lo esencial.
Durante este período, señala el autor, “en el Cielo también se celebra esta fiesta: los Angeles cantan y todos los Santos, los grandes Maestros y los Iniciados se reúnen para orar, para dar gloria al Eterno y festejar el nacimiento de Cristo, que nace realmente en el universo”.
Así, sin desconocer que todo lo que se ha escrito en los Evangelios sobre el nacimiento de Jesús quizá sea cierto desde el punto de vista histórico, la verdad que interesa, sobre todo, es la que se descubre desde el punto de vista simbólico.
Aïvanhov descifra en este libro el sentido extremadamente profundo de cada símbolo escondido detrás del relato del nacimiento de Jesús en un pesebre, y destaca el aspecto místico de la fiesta de Navidad.
Transcribo algunos pasajes:
“El padre, José, es el intelecto, el espíritu del hombre. La madre, María, es el corazón, el alma. Cuando el corazón y el alma están purificados, entonces nace el niño: pero no nace del intelecto y del espíritu, nace del Alma Universal que es el Espíritu Santo bajo forma de fuego, de amor divino… de una pura llama que viene a fecundar el alma y el corazón del ser humano. El alma y el corazón representan el principio femenino, receptivo, mientras que el intelecto y el espíritu representan el principio masculino que prepara las condiciones para que el Espíritu Santo, es decir, el Alma Universal, que es fuego, tome posesión del alma, de María. Entonces es cuando nace el CristoNiño”.
“Cuando María y José quisieron buscar refugio, en las posadas ya no había sitio para ellos, es decir, que los humanos, que están ocupados en comer, en beber y en divertirse, nunca tienen sitio para el Iniciado que ha recibido al Niño”.
“Nadie le abre la puerta, es decir, nadie le comprende. Pero resulta que hay un establo. Este establo y el pesebre son un símbolo, y, en primer lugar, un símbolo de la pobreza, de la dificultad de las condiciones externas. Sí, para el hombre en quien el Espíritu Santo habita siempre será así: los humanos no le apreciarán, no le recibirán. Pero gracias a la luz que proyecta por encima del pesebre, otros le verán desde lejos y vendrán a visitarle”.
“Esta luz, representada por la estrella de cinco puntas, es una realidad absoluta. Brilla sobre la cabeza de todos los Iniciados.”
“Y, ¿qué es la estrella? Se trata de un fenómeno que se produce inevitablemente en la vida de un verdadero místico, de un verdadero Iniciado. Sobre su cabeza aparece una estrella, un pentagrama luminoso. Arriba es como abajo y abajo es como arriba. Este pentagrama debe, pues, existir doblemente. En primer lugar, el hombre mismo es un pentagrama viviente, y después, en lo alto, en el plano sutil, cuando ha desarrollado plenamente las cinco virtudes: la bondad, la justicia, el amor, la sabiduría y la verdad, le representa otro pentagrama en forma de luz”.
“Esta es la razón de la presencia de los tres magos, Melchor, Baltasar y Gaspar, junto al Niño Jesús. Estos magos eran los jefes de grandes religiones en sus países respectivos, y acudieron. ¿Por qué? Porque sintieron la luz. Como eran astrólogos, habían observado en el cielo ciertas configuraciones planetarias excepcionales e interpretaron que debía de producirse en la tierra algún acontecimiento extraordinario. El nacimiento de Jesús corresponde pues, también, a un fenómeno que se produjo en el cielo hace dos mil años”.
“Estos Reyes Magos le ofrecieron oro, incienso y mirra, y cada uno de estos regalos era simbólico. El oro significaba que Jesús era rey, ya que el color del oro es el color de la sabiduría, cuyo resplandor brilla sobre la cabeza de los Iniciados como una corona de luz. El incienso significaba que era sacerdote, pues el incienso representa el ámbito de la religión, es decir, del corazón y del amor. Y la mirra es un símbolo de inmortalidad, pues se usaba para embalsamar los cuerpos y preservarlos así de la destrucción”.
“Ocupémonos ahora del establo. En este establo no había ni pastores ni rebaños, sino solamente un buey y un asno. ¿Por qué? Desde hace siglos se repite esta historia sin comprenderla, porque los humanos ya no entienden el simbolismo universal. El establo representa el cuerpo físico. ¿Y el buey? Sabéis que en la Antigüedad el buey, el toro, siempre fue considerado como el principio de generación. En Egipto, por ejemplo, el buey Apis era el símbolo de la fertilidad y de la fecundidad. El buey está bajo la influencia de Venus y representa la energía sexual. El asno, por su parte, está bajo la influencia de Saturno y representa la personalidad, es decir, la naturaleza inferior de hombre, lo que se llama el viejo Adán, testarudo, terco, pero buen servidor. Y los dos animales estaban allí para servir a Jesús. Pero servirle, ¿cómo? Os revelaré ahora un gran misterio.
Cuando un hombre comienza a trabajar para perfeccionarse, entra en conflicto con las fuerzas de la personalidad y las de la sensualidad. El Iniciado, precisamente, es aquél que ha conseguido dominar estos dos tipos de fuerza y los ha puesto a su servicio. Como veis no las aniquila, no se dice que estos dos animales hubiesen sido expulsados o suprimidos; estaban allí presentes, pero, ¿qué hacían? Soplaban sobre el Niño Jesús, le calentaban con su aliento… Por tanto, cuando el Iniciado consigue transmutar el asno y el buey, ambos se ponen a su servicio y acuden a calentar y a alimentar al niño recién nacido con su aliento. ”
“Los magos también recibieron del Cielo la orden de no volver donde estaba Herodes, y regresaron a su país por otro camino. Eso significa que todos aquellos que se acerquen a Jesús, al principio crístico, no podrán seguir el mismo camino que antes y deberán tomar otra dirección”.
Muchos otros velos descorre Aïvanhov invitándonos a despertar y ser conscientes del nacimiento más importante y más colosal: aquel que ocurre cuando dejamos entrar en nosotros la chispa divina.
Omraam Mikhaël Aïvanhov. Navidad y Pascua en la tradición iniciática. Ediciones Prosveta.