“Entonces abre mi vulva, ¡hombre de mi corazón! ¡Abre mi vulva!”
(Canto de la Diosa Inanna)
Este apasionante libro trata de las estrechas relaciones entre la sexualidad y lo sagrado. La prostitua sagrada tanto en la psicología femenina, como en la masculina.
Escrito por la analista jungiana Nancy Qualls-Corbett, vamos conociendo (algunas recordando), que en los antiguos matriarcados la naturaleza y la fertilidad constituían el corazón de la existencia. La gente vivía muy cerca de la naturaleza, y por consiguiente, sus dioses y diosas eran divinidades naturales. La pasión erótica era inherente a la naturaleza humana. El deseo y la respuesta sexual se experimentaban como un regalo o una bendición de la divinidad. La naturaleza sexual del hombre y de la mujer eran inseparables de su actitud religiosa.
En ese contexto, la prostituta sagrada elegida, una devota especial, a quien se consideraba como personificación de la Diosa, se unía en el ritual más importante, -el Hieros Gamos- con el monarca reinante, identificado con el Dios.
En esta unión de lo masculino y de lo femenino, de lo espiritual y de lo físico,se trascendía lo personal y se entraba en el reino de lo divino.
Lamentablemente en el nombre del Señor (¡que sí tiene  su Señora!), se destruyó todo vestigio de la Diosa y su defensa del placer sexual. Así con las leyes canónicas, los encuentros sexuales debían tener como único propósito la procreación de nuevas almas que adoraran a Dios. Las mujeres pasamos a ser primero posesión de nuestros padres y luego de nuestros maridos.
De acuerdo con Marie-Louise Von Franz se perdieron dos aspectos:

  1. la forma humana (imagen femenina) de la diosa
  2. la relación con la materia

Como consecuencia se creó un abismo entre el cuerpo y el espíritu en las enseñanzas religiosas , y el amor se convirtió en algo tan etéreo que no había brizna de sensualidad que pudiera ser asociada a él.
En la Edad Media, la devoción a la diosa reapareció en en la forma de culto a María. Y con la llegada del Amor Cortés florecieron los caballeros , con lo que el amor sexual extraconyugal se renovó. Por supuesto, estas nuevas maneras volvieron a ser condenadas por la iglesia, y la represión de la naturaleza femenina se tornó cada vez más severa . Y vino la caza de brujas entre los siglos XV al XVII. Pues las mujeres se reunían en secreto para realizar danzas o rituales paganos semejantes a los que se hacían cuando se adoraba a la Diosa. Como eran hábiles con las hierbas medicinales y la sanación, se convirtieron en sosechosas para la mente racional. Luego vino la época del Puritanismo y de la era Victoriana,cuyas represiones también conocemos. Y después Freud, con los conceptos de “castración” y “envidia del pene”. Afortunadamente, el gran Jung restableció el orden perdido, señalando que los mitos son ante todo, fenómenos psíquicos que revelan la naturaleza del alma. Y que los mitos son a la cultura colectiva lo que los sueños a los individuos.
Este proceso psíquico, escribe Jung, “habla sobre la terrenalidad del espíritu y la espiritualidad de la tierra, la unión de los opuestos y la reconciliación de lo dividido”.
Así, la imagen simbólica de la diosa del amor, la pasión y la fertilidad, continua llevando el deseo sensual. Llamada por miles de nombres, Innana en Sumeria, Ishtar en Babilonia Isis en Egipto, Afrodita entre los griegos y Venus según los romanos, cuando estamos enamoradas nos sentimos radiantes y hermosas como ellas: Es el arquetipo que irrumpe en la consciencia y nos hace florecer.
A pesar de ello, la prostituta sagrada, permanece aún como un misterio, pues nuestra cosmovisión judeo cristiana dificulta la comprensión de lo que vemos como paradoja en su imagen: su naturaleza sexual constituía un aspecto integral de su naturaleza espiritual. Para muchos , esta conjunción es una contradicción. En la antiguedad fue una unidad.
La mujer que llega a conocer a la Diosa, crece en la comprensión de que su belleza deriva de una conexión vital con sí misma, y de que el aspecto divino de su naturaleza femenina es parte de sí misma.
Y la Diosa, busca a su Dios. Un hombre que pueda experimentar junto a ella la dimensión espiritual del acto sexual. Si el corazón no es tocado, el alma no se alimenta.
 
 
Nancy Qualls-Corbett. La Prostituta Sagrada. Ediciones Obelisco. Julio 1997