Una fractura de  pierna obligará al hiperactivo porfiado a descansar. Pues como no se atreve a reconocer  ni a sí mismo que necesita parar, pronto  “se hará” la fractura (de manera inconsciente, por cierto), para tener una causa física que socialmente será aceptada sin dificultad por su jefe y su familia.
Bajo el postulado de que la enfermedad quiere conducirnos a zonas nuevas, desconocidas y aún no vividas, este libro es fundamental para quien quiera profundizar y crecer en el conocimiento de su ser.
“Cuando consciente, y voluntariamente atendemos a este llamamiento damos sentido a las crisis”, plantean los autores, psicólogo uno y médico psicoterapeuta, el otro. Según ellos, todos los síntomas nos obligan a cambios de conducta que pueden clasificarse en dos grupos: “por un lado, los síntomas nos impiden hacer las cosas que nos gustaría hacer, y por otro, nos obligan a hacer lo que no queremos hacer”.
Todos, unos más, otros menos, estamos un poco enfermos, y de eso podemos aprender.
Hay días en que nos sentimos deprimidos, o angustiados, o nos duele la espalda o la cabeza. Usamos lentes o somos asmáticos. O alérgicos. Todas las enfermedades, que en su sentido más amplio no son sino falta de equilibrio y armonía, intentan darnos un mensaje o mostrarnos algo que no queremos o no podemos ver, y en todos los casos, el cuerpo tiene que experimentar lo que no se ha asumido con la mente.
Este libro es  incómodo, porque no mira el síntoma, sino la causa, es decir, la sombra. Pero al igual que cuando uno tiene ganas de salir arrancando de la consulta del sicólogo, en ese momento, es cuando uno más tiene que ir, en este caso, hay que leer el libro hasta el final, pues quien no se permita a sí mismo estallar síquicamente, pronto lo hará, de algún modo, a través del cuerpo, y la enfermedad, lo hará sincero.
Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke. La Enfermedad como camino. Editorial Plaza & Janés.