Aunque a mi amiga Andrea la conozco desde la adolescencia, siento que nuestra amistad verdaderamente se consolidó, cuando, hace más o menos veinte años atrás, encaramadas alegremente a los camiones de la Vega Central, – cuyos locatarios no perdían oportunidad de piropearnos –, escogíamos tomates, choclos y duraznos, para llevar a nuestra respectivas casas de mujeres recién casadas.
Así, entre litros de jugos de kiwi y kuchenes de frutilla, un día se nos ocurrió la idea de hacer algo juntas… Necesitábamos belleza a nuestro alrededor, y decretamos que si en el Santiago de aquella época no existía, nosotros tendríamos que crearla.
Recuerdo que soñábamos con poner una tiendita como la que podría ser hoy Simple, pensando que las posibilidades que nos daría la imaginación, nunca las encontraríamos en un mall. Y así, buscando siempre la combinación entre refinamiento y sencillez, surgió nuestro “Rústico y Antiguo”, nuestro propio espacio de reciclaje y restauración, que se adelantó en varios años a lo que hoy hacen las chicas de El Bazar de la Fortuna, a quienes el mundo del desecho les resulta fascinante.
Tratando de imprimir nuestro sello entonces, y con la certeza de que las cosas viejas tienen mucho más encanto que las nuevas, nos entreteníamos pensando cómo intervenir botellas, canastos, géneros, pequeños muebles…
Hoy todavía me emociona la palabra remendar… me parece que reciclar es un acto de amor, de vida nueva, de dar una nueva oportunidad a las cosas. Para reciclar hay que entregar: se necesita tiempo para restablecer y amor para reencontrar.
Hoy, muchas veces con la playa de Cachagua como telón de fondo, nos acordamos de aquellos años. Y mientras nuestros hijos juegan juntos, descubrimos que en esencia, nuestras vidas no han cambiado demasiado. Seguimos empeñadas en hacer alquimia para transformarlo todo: la tele y el computador por paseos en bicicleta; la comida chatarra por el picnic con canasto y mantel a cuadros; el juguete de moda por la naturaleza, la misa dominical aburrida y fría por la misa de domingo cercana y de verdad.
¡Cuídanos Beñito que estás en el cielo!
fotografía: Bernardo Bello Gambi