La tradición del fuego Vestal que ardió durante más de seicientos años en Roma se remonta a los albores de las primeras civilizaciones cuando con ritos de fertilidad se celebraba la vida.
Vesta, la heredera de la Gran Diosa Madre, era la protectora del fuego y dentro de su templo sagrado resplandecía una llama vigilada en todo momento por seis sacerdotisas: las vírgenes Vestales, doncellas que practicaban el ritual del matrimonio sagrado conocido como hierogamia.
El fuego del templo se apagaba al concluir el año, y se volvía a encender al modo primitivo, frotando dos palos de roble (el árbol sagrado de la Diosa).
Vesta es la versión romana de la diosa griega Hestia, cuyo nombre significa literalmente “hogar”.
Las mujeres que amamos hacer hogar invocamos habitualmente la presencia benéfica de Vesta en nuestras vidas. Activamos el arquetipo cada vez que encendemos la llama del templo sagrado de nuestras casas en gestos tan cotidianos como poner flores, prender una vela, hacer mermelada, perfumar los cajones con ramitos de lavanda o bordar un cojín.
Cuidar del fuego sagrado de nuestro lar puede y debe ser un ritual que nos llene de serenidad y agradecimiento, pues como subraya la poetisa victoriana Emily Dickinson ” El hogar es algo sagrado; nada de duda ni de desconfianza puede cruzar su bendito portal”
Me gusta aprender de todos estos temas
Me llamo la atención el Fuego sagrado Para protección de mi hogar