Si estuviésemos en España intercambiaríamos una rosa por un libro.
Y es que el día de Sant Jordi, patrón de los enamorados, en Cataluña y Aragón, se remonta al siglo XV. Así, es tradición regalar una rosa a ellas, y un libro a ellos.
Fue en el año 1926 cuando por primera vez se celebró en Valencia, el día del libro, conmemorando la muerte de dos colosos de la literatura: Miguel de Cervantes y William Shakespeare, uniéndose ambas celebraciones, la de la rosa y el libro.
Pero no fue hasta 1995, cuando la UNESCO instituyó el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del derecho de autor, que se instauró la fecha oficial en más de 80 países del mundo.
Este año, el día del libro coincide con la entrega del Premio Cervantes, el galardón más importante de las letras hispanas, a nuestro coterráneo, el poeta Nicanor Parra, quien a sus 97 años de edad, envío a su nieto Cristóbal “Tololo” Ugarte, para ser el encargado de recibir en su nombre el premio más relevante que puede obtener un autor de lengua española.
Muy al estilo parriano, ya se sabe que en la inusual ceremonia, por primera vez no habrá discurso, luego que el antipoeta pidiera una prórroga de un año para terminarlo.
Sería lindo, como una forma de homenajear a Parra, dejásemos un libro que nos guste abandonado en una plaza, quizá con una dedicatoria, una cita, para el ser anónimo que lo encuentre.
La mía será del argentino Adolfo Bioy Casares: “Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros”.
23 de abril: La rosa y el libro
