Por Náyade Quiñoñes Li

NayiTantos lindos regalos me dio mi útera.

Aprendizajes potentes y tres bellos hijos vivos, más algunos que sólo conocieron el nido tibio de mamá.

Sostuvo mi dolor, mi pena, mi rabia, mi pasión, la alegría, la felicidad, la entrega, el amor.

Cuesta pensar que ya no esté físicamente conmigo, cuesta hacerme a la idea de que ya no estarán mis siembras de luna. Recuerdo las palabras que una mujer sabia me dijo un día “aún tienes cosas que sanar, un día habrás hecho lo necesario y ya no tendrás tu luna, estarás sanada”.

Sin embargo, se siente el vacío de lo que fue. Me siento una mujer “hueca”. Aunque mentalmente sé que no es así. Me decían… “pero qué rico, ya no vas a tener menstruación”. Y yo pensaba que después de 38 años y mucha sanación de útera y ancestras, para mí el sangrado no era tema, era orgullo, era amor.

Es curioso, mi útera, pensar que nuestros comienzos fueron difíciles, yo odiaba mi luna, odiaba mi útero, odiaba ser mujer, odiaba cada día del mes en que sangraba, odiaba las faldas y los vestidos, odiaba todo lo femenino. Ahora que la vida y las experiencias me llevaron a conocerte y honrarte,  abrazarte y arrullarte; ahora que nos hemos amigado, ahora que lograba sentir el latir del corazón de mi útero unido a mi corazón, simplemente te vas.

Entré a pabellón un miércoles, a dar vida a un bebé y en el proceso entregué mi útera como pago por la vida de ambos, mi matriz, mi fuerza, mi historia. Si me quedaba con mi útera, no vería crecer a mis hijos. Si me aferraba a mis ancestras ancladas en el dolor sangrante de mi matriz, me quedaría con ellas, bendiciendo a mi clan desde otros planos de existencia, tal como mi bisabuela china. Acompañando a su hijo durante su vida, como un espectro. Como una leyenda. Yo decidí estar. Y para eso tuve que soltar las manos de ellas…. De todas. Se fueron los desgarros de una maternidad sangrante y doliente, de una “maldición” a la condición de ser madre gestante, de un castigo por dar vida, tal como se me desgarró la arteria uterina…. se desgarró todo aquello que no permitía la libertad de abrazar la vida. Pagué un alto precio. Los sollozos y las voces de las mujeres que perdieron a sus hijos, las madres muertas en el parto, y los hijos fallecidos en el vientre, los partos dolorosos, las traiciones, las lágrimas de sangre, las madres maldiciendo hijas, abortos, hijos nacidos dejando a sus hermanos en el vientre, los hijos perdidos en el vientre despidiendo a sus hermanos vivos…. Mi útera se los llevó. Mis ancestras me miraban, me llamaban, en esa fila que ellas siempre hacen cuando es algo serio y protocolar… pero no era mi hora de ir con ellas.
Ahora mi hija y mis hijos son libres, de dolor, muerte y penas. Nosotras conseguimos tu libertad, hija mía.

Ya no tengo útero físico… en su lugar hay un capullo de loto. Una margarita creciendo suavemente, una orquídea púrpura. Todos son sólo capullos, aún no son grandes. Me duele y me da pena. No sé porqué. Pero también me llena de esperanza y de amor. Debe ser porque los nacimientos también duelen.

Vilma me diría que es un trauma…. Y lo es. Cinco horas en pabellón ponen en trauma a cualquiera. Siento que necesito hacer este duelo, llorarlo, abrazarlo…. En el silencio de mi cubil de loba herida, de hembra puérpera y rabiosa, de mujer intensa y expandida.

Siento muchas cosas y poco a poco le doy espacio en mi espacio a cada una de ellas. Sin excluir ninguna, aunque no las entienda. A veces siento que son tantas que me va a faltar vida para entender. Quizás no hay nada que entender.
….
No sé que saldrá de esto. Quizás como dice mi amiga Mónica De Simone, lentamente me transforme en la “vieja sabia de la triple diosa de la antigüedad”. Es así como me siento un poco. Aunque también me siento la madre y la doncella. Quizás ahora puedan convivir las tres en armonía.

… Curiosamente, el otro día, me encontré una cana. No la saqué…. La miré con orgullo, como una medalla de un soldado que vuelve de la guerra. Ahí está, recordándome otra parte de quien soy. Esa parte que se fue un miércoles, esa parte que nace lentamente.

(Nayi)