Mucho antes de abrir esta página, llevé durante cinco años ininterrrumpidos, un diario personal que escribía, imprimía y repartía una vez al mes, entre mis amigos más queridos. Los apuntes que leerán a continuación han sido rescatados de aquella publicación de abril del 2005, por su valor esencial y su tremenda actualidad.
Son notas tomadas en marzo del año 2005, en un encuentro con Jean Vanier. Y como el agua toma la forma de la vasija que la contiene, naturalmente, algo filtradas.  Espero las disfruten y contribuyan en el sendero de su reflexión personal. Aquí van.
 
“El mes pasado estuvo en nuestro país Jean Vanier, un hombre de setenta y siete años que convive con discapacitados hace más de cuarenta. Cuando supe que venía a Chile, no sé explicar muy bien porqué, me sentí llamada a conocerlo. Dudosa, días después, acaso de ir o no a su encuentro, me preguntaba por qué querría ir yo, a escuchar hablar a un desconocido, sobre discapacitados. La respuesta que recibí, me pareció convincente y un muy buen argumento para aplacar la vacilación: Tú también eres una de ellos, escuché desde el fondo de mi corazón. Fue sorprendente hasta las lágrimas, constatar luego, como mi sed, es la misma sed de los discapacitados.
Cuando el 11 de marzo pasado, entré al gimnasio de Las Teresianas (colegio al cual le debo mucho de lo que soy), y comprobé que cientos de personas de distintas comunidades del mundo habían venido a escuchar a Vanier, entendí que mi presencia en ese lugar era uno más de los maravillosos regalos con los que suele sorprenderme la vida, el universo, el Dios Uno.
Ese día, todo comenzó invocando al Espíritu, para que abriera nuestros oídos y sobre todo nuestro corazón. Hoy, pido ser una antena que transmita lo más fielmente posible el mensaje de este hombre extraordinario, que para mi mayor asombro, fue muy amigo de Henri Nowen. (Nowen es uno de mis autores favoritos, un ser maravilloso que tenía el don de escribir desde su propia lucha y fragilidad, iluminando su sombra en libros como La voz interior del amor, o El sanador herido).
Quiero subrayar, que lo que leerán a continuación, no son las palabras exactas de Jean Vanier, aunque si fueron tomadas de la forma más literal posible, dentro de lo que la velocidad de la mano permitía, un poco turbada por la exaltación del corazón. El texto que sigue por lo tanto, no es Jean Vanier, sino mis apuntes sobre Jean Vanier. Espero poder traspasarles la profundidad de su reflexión. Aquí va.
 
 
El lenguaje y la comunicación son importantes.
¿Cómo se comunican ustedes con Jesús? ¿cómo lo escuchan? la comunicación entre nosotros los seres humanos es indispensable.
Tengo la alegría de vivir hace cuarenta años con personas discapacitadas. Muchos de ellos no hablan o hablan muy mal, pero hay que comprenderse. Hay que encontrar siempre a la persona detrás de la etiqueta. Es muy importante comprender el lenguaje del cuerpo: la sonrisa, las lágrimas, la violencia.
¿Jesús les habla? ¿Y cómo les habla? ¿cómo lo escuchan ustedes?
En el Apocalipsis se dice: “Yo estoy de pie, yo golpeo la puerta; aquel que escuche y abra la puerta, yo entraré para cenar con él y él conmigo”.
El Señor golpea a la puerta de nuestro corazón, ¿lo queremos oír, o hay demasiado ruido en nuestra cabeza, en nuestros proyectos?… estamos tan llenos de nosotros mismos…
¿Y si oímos a Jesús, ¿abrimos acaso la puerta?
El texto del Apocalipsis es muy emocionante porque dice: “Yo entraré a cenar con él, y él cenará conmigo”. Y en el lenguaje bíblico (y en el mío también, Jean), comer con alguien significa entrar en una alianza, en una amistad. Y si Jesús quiere comer con nosotros es que quiere convertirse en nuestro amigo (por eso la comida es tan alegre y tan sagrada).
Pero para escuchar a alguien hay que hacer silencio interior. Yo descubro que hay algunas personas que tienen miedo de Dios y quizás si nos lo preguntamos, algunos de nosotros tenemos miedo de Dios.
Nos cuesta mucho descubrir quien es Jesús y dónde se esconde, pero no tenemos que tener miedo de Jesús. Todo lo que Jesús quiere es que seamos felices, hombres y mujeres vivos, y de pie. En este sentido el Evangelio de San Juan es muy importante. En el prólogo del Evangelio de Juan se dice: “En el principio era el verbo” y el verbo estaba con Dios, en comunión con Dios  y el verbo era Dios. Lo que San Juan quiere decirnos es que antes de la creación, antes de todas las cosas, estaba la comunión, estaba el amor; había una comunión entre el verbo y entre Dios. Una comunión de mucha intensidad.
¿Quiero yo la comunión? ¿quiero entrar en comunión con Dios?¿en comunión con los hermanos y hermanas? Pues el misterio de la comunión es que nos volvemos vulnerables, humildes para entrar uno en otro.
(¿será por eso Jean que lloro inexplicablemente cuando siento la presencia de Dios? ¿el misterio de las lágrimas será por la nostalgia de la comunión, de la común-unión? ¿de sentir y de saber que alguna vez estuvimos y fuimos uno con Dios más allá del tiempo y del espacio?)
El mensaje de Jesús dice algo impresionante: Amen a sus enemigos.
¿Es acaso esta idea una utopía?
La historia de la humanidad es una historia de división y esa historia continúa.
Yo soy parte de una generación donde esperábamos que la guerra acabara. Conocemos la situación actual. No sólo hay guerra sino que cada día crece más el abismo entre ricos y pobres. No necesito hablarles de esto; conocen la situación.
La gran pregunta de Jesús es cómo reducir la diferencia y cómo hacer la unidad. Y la unidad implica compasión. Esto es, encontrar a aquél que es diferente, descubrir a aquél que está pobre, discapacitado, o que está en una minoría étnica de cualquier tipo.
El mensaje de Jesús es asombroso. No es una utopía. Es una visión. Y una visión entre los seres humanos. Pero nos escondemos detrás de muros, de muros de clases sociales, de murallas que existen entre las personas con discapacidad y las otras; hay muros por todas partes y eso nos protege.
¿La paz universal, la unidad, la compasión y el perdón son sólo utopías bellas? Sabemos que humanamente es imposible. ¿cómo amar a algien que quiere hacer el mal? ¿cómo amar a alguien que te deja en estado de angustia?
Cuando decimos “déjame en paz”, “no quiero ser molestado”, “no quiero tocar mis miedos y mis vulnerabilidades”, ¿qué queremos decir cuando “rezamos por la paz”?
La pregunta es: ¿Estoy listo para trabajar por la paz? Pues trabajar por la paz implica que me voy a poner en situaciones de peligro, más allá, por encima de las fronteras de cualquier tipo. Trabajar por la paz significa ensuciarse las manos, es decir, entrar en situaciones complejas.
Ninguno de nosotros ama los conflictos. Todos tenemos tendencia a huir de los conflictos. Es por eso, que al final del Evangelio de Juan, Jesús dice: “Si alguno me  ama y guarda mi palabra yo rezaré al Padre y él les enviará a otro para que esté con ustedes para siempre”.
Es el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque el mundo no lo conoce. Toda la visión de Jesús es porque Él sabe que estamos bloqueados y Él cambia nuestro corazón de piedra fundado en el miedo de encontrarse con el otro, y con el otro que es diferente, y que me va a obligar a salir de mi realidad, por un corazón de carne, un corazón que derribe los muros para encontrarse con los otros.
Jesús quiere liberarnos de la esclavitud de “tener que hacerlo como todo el mundo”. El Espíritu va a convertirnos en hombres libres para no ser conducidos por los miedos o los prejuicios, y libres de querer el poder y el éxito.
El Evangelio de Juan nos muestra un camino de liberación, de fe, de confianza en Jesús, que nos conduce muy suavemente.
Este Evangelio comienza con Juan Bautista, un hombre fuerte, un profeta. Un hombre que se vestía como profeta, comía como profeta y gritaba como profeta. Un profeta no es alguien que sólo dice lo que va a pasar, sino alguien que recuerda la palabra de Dios en un contexto dado. ¿Y por qué Jesús tenía la necesidad de un profeta que lo anunciara? Porque Jesús era demasiado simple, era como todo el mundo. Dulce y humilde como un cordero.
Es Jesús el que va a sacar todos los bloqueos de nuestro corazón.
El mundo judío en esta época era un mundo doloroso: los romanos eran los colonizadores y los judíos mismos estaban muy divididos, y dos jóvenes en busca andaban por ahí: Andrés y el mismo Juan Evangelista. “¿Qué buscan ustedes?”, les dice Jesús.
Yo podría preguntarles lo mismo. ¿qué buscan ustedes viniendo a este retiro? No se queden en la neblina. Pregúntense: ¿qué buscan ustedes verdaderamente? Tratemos de buscar qué estamos buscando. A mi me parece muy asombroso que las primeras palabras de Jesús sean “¿qué buscan ustedes?” Porque Jesús mira nuestro deseo.
(… me encantan los buscadores; me declaro una buscadora incansable…)
Luego, en el capítulo VII, Jesús dice: “Que aquél que tenga sed, venga a mi y beba”.
¿Cuál es nuestra sed?
Yo sé de qué sed tienen sed los discapacitados. Sed de relación, sed de un sentido para sus vidas, sed de ser aceptados como son.
¿Cuál es la sed de ustedes? ¿Qué es lo que buscan verdaderamente?
En otro momento Jesús dice: “¿dónde vives tú? quiero ir a pasar unos días contigo. ”
Jesús dice vengan y vean. Vengan a vivir la experiencia de Jesús. Su palabra dentro de ustedes. (Mi palabra es sólo mediación para que ustedes descubran quienes son ustedes. Y que Dios está en ustedes).
Juan Evangelista se acuerda de la hora en que se encontró a Jesús la primera vez. Yo los llamo a entrar en la memoria espiritual y preguntarse: ¿Te acuerdas de la primera vez que encontraste a Jesús y él te liberó? ¿Cuándo te dio una alegría nueva?
Los dejo con dos preguntas:
– ¿Por qué vienes tú a este retiro? ¿qué buscas tú?
– ¿Cuándo encontraste a Jesús por primera vez?
 
* Hoy Jean Vanier es un hombre que tiene más de ochenta años y sigue viviendo con discapacitados. Cuando era todavía muy joven, fue impulsado por su padre a seguir la carrera militar, entrando en la universidad naval real de Dartmouth. Durante la segunda guerra mundial se hizo oficial naval en la vanguardia inglesa del acorazado. Después de algunos años, ya había vivido en varios países. En 1950, dimitió de la marina, y durante los próximos seis años, se convirtió en miembro, y luego en director de una comunidad laica cerca de París: L’ eau vive (El agua viva). Luego de vivir en una granja y de pasar dos años en Fátima, en 1962, se tituló de doctor en Filosofía, y se dedicó a enseñar en Toronto. En 1964, el padre Thomas Philippe, un dominicano, lo incitó para colocar en Trosly, cerca de París, un centro para gente discapacitada, adquiriendo Jean, por fin, la certeza de tener que crear una comunidad laica, con y para los pobres. Así fue que compró una casa vieja en muy mal estado, que fue bautizada como El Arca, e inaugurada el 5 de agosto de 1964. A partir de esta primera comunidad, otras fueron creándose en Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Haití, Honduras, India, Irlanda, Italia, Reino Unido y Suiza. Hoy existen ciento veinte comunidades en todo el mundo. Jean continua vistándolas y dando conferencias en distintos lugares, con relación a su experiencia.
Algunos libros de Jean Vanier son:
La fuente de las lágrimas. Editorial Sal Terrae.
Acceder al misterio de Jesús a través del Evangelio de Juan. Editorial Sal Terrae.
Amar hasta el extremo. PPC editorial.
 
 
Tomado de : Mónica De Simone Paoletta. Boletín Dándara, Año 5, número 51. Abril de 2005.”