Cuando el alma se dispara y entra en trance explorador, la aventura nunca falta, aunque el cuerpo no haga otro recorrido, que el muy común, que lleva desde el portal de casa hasta el quiosco de periódicos más cercano, o aunque permanezca inmóvil en una cama de enfermo, como Proust, o abrazado por una camisa de fuerza en el fondo de un calabozo, como el peregrino estelar de Jack London. Es decir, que lo que nos pasa, siempre pasa dentro. A fin de cuentas, toda experiencia es interior.
FERNANDO SAVATER, “El Contenido de la Felicidad”
Dedicado a Carl Sagan
Algunos autores esotéricos mencionan el hecho de que ya en la primera infancia, en nuestros juegos y fantasías, se halla la semilla del alma que mucho tiempo después buscará su expresión en el mundo. Si logra florecer será sinónimo de una vida llena de sentido. Si no es así, quedamos librados a las vueltas de la rueda del Karma.
La razón para abordar el tema que, valga la redundancia, exploraré hoy, son dos: la cercanía del 12 de octubre, que recuerda la llegada de Colón a nuestras tierras, y algunas sincronicidades que, de cuando en cuando, ocurren en las sesiones de Exploración del Mandala Numerológico, y que dicen relación con los recuerdos infantiles y los tipos de personalidad de los consultantes. Se transforman en espejos de mi propia experiencia.
Héroes
Para empezar, debemos reconocer que ya es casi un cliché considerar al arquetipo del héroe como un símbolo de la consciencia en pugna por individuarse, y lograr una cierta totalidad. Iluminar esa oscuridad que la circunda, y desde la cual le llegan imágenes, ideas, sensaciones, emociones, inspiraciones, etc. Esa enorme oscuridad, la Sombra, no sólo encierra lo reprimido y temido, sino que también joyas no pulidas de aspectos por desarrollar. Quién sostiene la pequeña vela que lanza débiles rayos de luz, y avanza entre la gigantesca noche, es el “yo”. Esta acertada metáfora corresponde a un sueño arquetípico (como el de la gran ola) que muchos seres humanos hemos tenido.
Si uno emprende un viaje de autoconocimiento, roza muchos aspectos del mito heroico. Nuestra civilización occidental le debe mucho. Aquél se encuentra en su base, especialmente a partir del Renacimiento 1.0, gracias a una de sus derivaciones más importantes, y que es el tema del presente artículo. Podríamos especular que cuando Europa salió de la profunda introversión que la dominó durante los mil años conocidos como “Edad Media”, las condiciones del medio ambiente histórico, social, político y económico gatillaron la necesidad de expansión de su “yo”, de búsqueda de nuevos horizontes, mercados, productos, etc. Esto significó el desarrollo de tecnología, sobre todo en los campos referidos al “viaje expansivo”: nuevos modelos de velas y barcos, nuevos compases, astrolabios y sextantes que permitían conocer la posición relativa de una nave en medio de lo desconocido. Ocurrió una gran enantiodromía, donde el estímulo de desarrollo, pasó de condiciones internas a unas externas, que activaron una nueva faceta del arquetipo del héroe, una especialización que denominaremos el “arquetipo del Explorador”.
Hambre de Expansión
Como es sabido, las imágenes arquetípicas mutan y se traslapan (“se contaminan unas con otras”, de acuerdo con Jung). El arquetipo del Explorador es una faceta, una actualización, del mito heroico clásico, debido a las condiciones ambientales que la psique europea encontró al salir del medioevo. Abrió el apetito por nuevas tierras y rutas, por nuevos conocimientos y experiencias. Y también el apetito por nuevas posibilidades de evangelización, que es el campo donde se establecerá en parte la Sombra del nuevo arquetipo. Se intuye que el mundo es más grande de lo que jamás se había creído. Pensemos en personas que vivían la mayor parte de su vida en el mismo burgo o aldea, confinados a un destino, y casi sin posibilidades de cambiarlo. La necesidad de mano de obra civil y militar que nace a partir del descubrimiento de América (españoles y portugueses) y los viajes a África y Oriente (franceses, belgas y portugueses) produce un impacto profundo en la psique colectiva europea, una revolución que lleva a Europa a convertirse en el “centro del mundo y de la historia”, situación que es exponencial y cuyo efecto alcanza hasta nuestros días. Como testigos de lo que los nuevos héroes o “exploradores” encontrarán, se requerían de detallados registros y pruebas concretas. Así, el conocimiento y la ciencia se hicieron un lugar en el “viaje”.
El Arquetipo del Explorador
No existen mitos del “explorador” en el mundo cristiano y grecorromano. Ni Ulises ni los apóstoles eran exploradores. Quizás Heródoto y sus viajes sea un aislado y lejano antecedente. La figura de Marco Polo es una señal de lo que vendría. Es por ello que planteamos que esta figura es un símbolo emergente de la época moderna. A él pertenecen Gulliver y Robinson Crusoe, como la mayoría de los personajes de Julio Verne.
A diferencia de otros héroes viajeros como el Vagabundo, el Cazador pre-histórico o el Peregrino, el Explorador busca “conocer”. Este propósito es muy claro y definido. Mientras que en los ejemplos anteriores no hay propósito, o este es algo instintivo (el propósito de sobrevivir), o la búsqueda de “unión interior con la divinidad”, el explorador requiere “cartografiar” el territorio que recorre y sus diferentes elementos. En cierto sentido, su conocimiento se enfoca en aquellos que pueden ser registrados, “mapeados”, para comprenderlos. Una diferencia similar se da entre el Chamán/Mago y el Místico puro, ya que el primero elabora obras que en última instancia son mapas de los mundos espirituales que visita (porque debe “volver” a su realidad, y porque “conocer” todos los entornos es parte de su función; debe saber donde buscar). De manera diferente, el místico persigue su unión con la divinidad (en última instancia, en Oriente, se fundirá con Brahman, desapareciendo como “yo” individual; no dejará traza de su paso).
Los Hijos de Toth
El hecho de que el Explorador “registre” datos (que luego transformará en información, al extraer sentido de ellos) y “cruce fronteras” lo vuelve un vástago de Hermes-Toth. De hecho, es Hermes-Toth el gran activador mitológico del Renacimiento 1.0. Esto lo vuelve también un arquetipo tremendamente versátil, donde se juntan Ciencia y Arte.
Esta filiación nos lleva también a plantear que este arquetipo posee facetas más profundas. No solo el progreso científico y geopolítico es motor del “explorador”. No solo se trata de un viaje de exploración geográfico, “hacia fuera”, sino también “hacia adentro”. Además, el arquetipo del Explorador no solo está ligado al arquetipo del “Registrador de Información” o “Conocimiento”, sino que también al arquetipo de la “Frontera” (tan propio de Hermes). La naturaleza de esa frontera definiría su campo de exploración (si es exterior o interior). Su actitud hacia lo explorado definiría su Sombra y su Alteridad, y también la naturaleza de su logro: establecerse como puente entre mundos, entre civilizaciones, o ser absorbido por uno de los lados de la frontera que cruza. Esto forma parte del desenlace de su mito. A veces el explorador pasa a formar parte de la civilización que encuentra (e incluso perdemos su rastro), otras veces vuelve a su sociedad original trayendo regalos físicos y/o espirituales de la civilización que conoció. Es parte de su tarea de “registrar información”.
Tipología del Explorador
Dependiendo del tipo de frontera a cruzar, se define el territorio a explorar. Proponemos algunos niveles en la “tipología” asociada al explorador, con toda una gama de matices intermedios:
Nivel 1 (frontera/territorio “exterior”)
Es el Explorador exterior, aquél que emprende un viaje físico, como Cristóbal Colón. Puede verse en películas de corte histórico como “Las Montañas de la Luna” (dirigida por Bob Rafelson, 1990), en “Atlantis” de la factoría de Disney, o la extraordinaria serie “The Terror” (producida por el gran Ridley Scott). Su gran logro es el mapa físico, el cartografiar un territorio físico desconocido. Este arquetipo está maravillosamente plasmado en la película de James Gray “Z, La Ciudad Perdida” (2016), que narra la historia real del explorador británico Percy Fawcett en el Amazonas:
La Sombra de este nivel es históricamente clara y triste: el Conquistador depredador. Aquél que “mapea” para usurpar, dominar y/o sacar provecho, como nos muestra la notable “Aguirre, la Ira de Dios”, el clásico dirigido por Werner Herzog:
Nivel 2 (frontera/territorio “exterior”)
Es todavía un explorador exterior, pero su viaje es más intelectual. En esta categoría están personajes que van desde el naturalista Charles Darwin hasta personajes contemporáneos como Claude Levi-Strauss y Jane Goodall. Su gran logro es un tipo de mapa distinto del nivel anterior. Es, en cierto modo, la cartografía de patrones, de leyes naturales y culturales. Se han filmado películas y series que relatan el viaje de 5 años de Darwin a bordo del Beagle, donde este nivel se aprecia en todo su esplendor. Por ejemplo, en “La Duda de Darwin” (Jon Amiel, 2009):
Su sombra aparece en la figura del “científico loco”, en películas como “Estados Alterados” (Ken Russell, 1980) o “La Mosca” (David Cronenberg, 1986).
El Nivel 1 y Nivel 2 se reflejan en la relación de los personajes principales de “Capitán de Mar y Guerra” (Peter Weir, 2003).
Nivel 3 (frontera/territorio “intermedio”)
En este nivel el viaje muta hacia fronteras más “cercanas” pero no menos desconocidas. El viaje externo no necesariamente es “físico” sino que mas bien es creativo y psicológico (mental, emocional, cultural). Es el caso de los artistas renacentistas como Leonardo da Vinci, o de personajes ligados a la ciencia teórica como Einstein (y sus “experimentos mentales”), los padres de la Mecánica Cuántica y Stephen Hawking. Nuestros compatriotas Francisco Varela y Humberto Maturana estarían en este nivel. Probablemente James Joyce, Picasso y Jackson Pollock también. Quizás su gran logro es el “mapa” revolucionario o nuevo de un territorio ya conocido…
Su Sombra sería el Mesías o Profeta tecnológico, que está emergiendo con mucha fuerza en nuestro tiempo en nombres como Elan Musk, Yuval Harari, Jeff Bezos, Ray Kurzweil, Bill Gates y Steve Jobs. En este nivel también se daría mas fuertemente ese otro aspecto sombrío que es la confusión entre “mapa y territorio”, con sus complejas consecuencias. Un ejemplo de esto es hoy en día el efecto psicológico de las redes sociales, del Transhumanismo y las tecnologías NBIC, tal como se aprecia en películas como “Trascendence” (Wally Pfister, 2013), Blade Runner (Ridley Scott y Denos Villeneuve) o The Matrix Trilogy (Hermanas Wachowski, 1999).
Nivel 4 (frontera/territorio “interior”)
En este nivel el viaje del explorador es eminentemente interior. Es un viaje psico-espiritual. Acá están el artista-vidente y creador de mitologías, el Chamán, el Filósofo, el Ocultista. Personajes como William Blake, Giordano Bruno, Hilma Af Klint y Alex Grey. Todos ellos, además, dejan “mapas” de sus viajes por mundos fuera de la percepción ordinaria, desde el arte chamánico rupestre hasta el “Libro Rojo” de Jung. Su Sombra sería fáustica, luciferina.
Esto se aprecia, por ejemplo, en el clásico de Kubrick “2001” (1968) y en “El Abrazo de la Serpiente” (Ciro Guerra, 2016) cuyas imágenes del “viaje” son similares.
Mundos Emergentes por Explorar
Si bien físicamente ya no quedarían “lugares” por explorar, todo un nuevo mundo está emergiendo. En “Los Mitos, su Impacto en el Mundo actual”, Joseph Campbell escribe que “antigüamente existían horizontes en cuyo interior la gente vivía, pensaba y mitologizaba. Ahora ya no hay horizontes. Y con la disolución de los horizontes experimentamos colisiones terroríficas, no sólo de pueblos sino también de sus mitologías. Es como cuando se apartan los tabiques separadores entre dos cuartos, uno con aire caliente y el otro frío: ambas fuerzas chocan entre sí. Así es justamente como nos encontramos ahora, en una peligrosa era de rayos, truenos, y huracanes a nuestro alrededor”.
En muchas culturas del mundo, en especial el Cono Sur de América, hemos sentido la Sombra de este arquetipo. Nuestra historia está marcada por ella. El explorador que llegó a nuestras tierras dio paso muy rápidamente al conquistador que se relacionó con lo nuevo desde una perspectiva de poder y dominio.
En nuestros tiempos de crisis de sentido, de crisis en la relación con el “otro”, de ideas, costumbres, formas y culturas nuevas y diferentes, el viaje para “conocer y comprender”, físico y psico-espiritual tan propio del arquetipo del Explorador es muy necesario. Cuando el mundo empieza a polarizarse en fuerzas globalistas que desean mantener su poder versus nacionalismos locales llenos de ira redentora, un arquetipo como este podría ser el inicio de un puente entre culturas. No en vano navegamos en el mismo barco, en la misma nave que surca vastedades aún por conocer: