En cuanto al mito de las “edades” regresivas y del eterno retorno, compartido por la Sibila e interpretado por los filósofos por medio de las teorías de los ciclos cósmicos, varias veces los romanos esperaron que el paso de una “edad” a la otra pudiera efectuarse evitando la Ekpyrosis universal. Pero dicha esperanza estaba siempre mezclada de inquietud.

MIRCEA ELIADE, “El Mito del Eterno Retorno”

Hace pocas semanas el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU dio a conocer un alarmante informe acerca de la situación medio ambiental del planeta. La tasa límite de 2°C de aumento en la temperatura global se rebajó a 1,5°C. Pasado este nuevo límite las consecuencias son insospechadas, y ya se están haciendo notar. Al mismo tiempo, la publicación de negocios más importante del mundo, The Economist, advierte seriamente de una gran recesión a corto plazo, y de la escasa preparación de los gobiernos mundiales para enfrentarla. Y en su edición de esta semana, expresa además, grandes preocupaciones por las relaciones entre China y USA, cada vez más tensas y antagónicas.

El punto es que el deterioro ecológico (producido por factores naturales y/o humanos) y el deterioro en las condiciones de bienestar más allá de consideraciones meramente socioeconómicas NO son verdaderas prioridades de los estados. Ahí están, por ejemplo, el caso de la bahía de Quintero, que se arrastra ya por varios gobiernos de distinto signo, y la triste situación de la salud mental en Chile denunciadas este año por Mario Waissbluth y el psiquiatra Alberto Larraín. No hay una real voluntad de cambio, porque ello requeriría una cirugía mayor en el sistema político y económico que nos gobierna.

Aunque dejaremos el análisis de la situación geopolítica actual, desde una perspectiva hermética, a un nuevo panelista que debutará próximamente en el blog de nuestra página, tomaremos los hechos anteriores como una “excusa” para seguir explorando nuestro tiempo, desde una mirada simbólica.

EL MALESTAR EN LA CULTURA GLOBAL

A pesar de que es difícil reconocer los fenómenos en los cuales uno se haya inserto (tal como la parábola del pez que nunca ha “visto” el agua, porque vive dentro de ella), la sensación de un “malestar en la cultura” es creciente. La vida pregonada por los sistemas imperantes como “cierta” y “deseable” se desmorona frente a incertidumbres de todo tipo. La cultura y la civilización (con todos sus logros evolutivos) son también una suerte de antídoto frente a lo incierto y la nada. Pero cuando esa incertidumbre vital asoma desde dentro del individuo y de los sistemas que lo contienen, la experiencia es muy compleja. Puede llevar a vacíos existenciales y pérdidas de sentido que desembocan en la autodestrucción, o puede llevar al contacto profundo con lo Numinoso. Nuestra civilización aún no toma una decisión del polo al cual quiere dirigirse. Se encuentra al inicio de un proceso agónico que la supera.

CAOS, COSMOS, CAOS, COSMOS, CAOS, COSMOS…

Desde el punto de vista simbólico y mitológico esto no es nuevo. Antiguos símbolos mueren o varían sus formas, y otros nuevos emergen. Pero todos se asocian para formar una nueva realidad. Las teorías de los ciclos cósmicos de las tradiciones antiguas se apoyan en esto. En conjunción con el arquetipo de la cuaternidad tan estudiado por Jung, el tiempo cíclico se estructuraba en una espiral de cuatro etapas. Ejemplos son las eras hindúes o yugas (satya, treta, duapara y kali yuga) o las eras definidas por Platón (oro, plata, bronce y hierro).

Cada una de ellas surge de un estado de equilibrio precario entre el Caos y el Cosmos. Entenderemos “Caos” como un estado indiferenciado de cosas, donde todo se encuentra mezclado y en estado potencial. Por su característica tan extraña, se tiende a asignarle un juicio de valor negativo. El “Cosmos” es la manifestación de esos potenciales en forma diferenciada, en busca de orden, armonía y balance.

Cada una de las eras, posee condiciones y características propias, que dan paso a la siguiente. Cada tradición también les da una dirección: descendente para los antiguos (la caída progresiva del espíritu en la materia, que produce la añoranza de estados paradisíacos perdidos), ascendente para los modernos (el progresivo perfeccionamiento humano, que produce el anhelo por un estado futuro mejor y más justo para todos).

El surgimiento de una nueva era implica un nuevo Cosmos a desarrollar, una vez que el antiguo se agota y no puede hacer frente a la amenaza del Caos subyacente. El intersticio o zona de transferencia entre eras es gris y revuelto, crítico y prometedor. Los mitos fundacionales de occidente (griegos, judeo-cristianos, nórdicos y artúricos) se apoyan en esta estructura.

EL PRINCIPIO RECTOR

Dioses como Yahvé, Odín o Zeus manifiestan una creación que debe ser mantenida y defendida de las fuerzas del Caos primigenio, tales como Satanás en el infierno, los gigantes de hielo o los monstruos titánicos del Tártaro (o el Joker en Ciudad Gótica). En el centro de sus mitologías está el paso del Caos al Cosmos, de lo inconsciente a lo consciente, de la oscuridad a la luz.

Esas divinidades pueden ser asociadas con el concepto de Logos, palabra que en su acepción mas primigenia se refiere a “cálculo”, “proporción” o “medida”, tal como Heráclito la utiliza en su fragmento 30: “este cosmos, uno mismo para todos los seres, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que siempre ha sido, es y será fuego eternamente viviente, que se enciende según medidas y se apaga según medidas”. Mas tarde se asocia con un discurso argumentativo como contraposición al Mythos, “narración”, “cuento”. De ella también derivan el concepto y la palabra “lógica”. Podríamos decir que el patrón se refiere a “orden” o “elemento ordenador”. Esto lo hace el Número antes que la palabra (de esta idea de Logos provienen a su vez los tres Logos conocidos por todo esoterista que se precie de tal). Por ello, Logos queda también asociado a “Razón” y se contrapone al Eros.

Juzgue el lector por si mismo esta pintura de John Gast hecha en 1872 y titulada “American Progress”. La luminosa diosa de la razón y sus hijos, los colonos blancos, arrojan hacia la oscuridad a los nativos, habitantes primigenios de los nuevos territorios conquistados…

NUESTRA DESGASTADA VERSIÓN DEL COSMOS

Como “Cosmos” queda identificado con “orden” más que con “armonía”, han primado en nuestra historia ideologías que buscan y promueven el “orden” (sin ir mas lejos, nuestros lemas patrios poseen mucho de Logos: “post tenebras lux” y “por la razón o la fuerza”). Se trata de vastos imperios, con la toma de decisiones muy centralizada, y una fuerte y creciente capacidad de control dada por tecnología (las revelaciones de Edward Snowden y Wikileaks son emblemáticas en este sentido).

Sin embargo, el “Caos”, que simbólicamente se pretendió eliminar, re-aparece en el seno de una estructura social, económica y política cada vez más “titánica”. Todas las estructuras tiemblan bajo su propio peso (las discusiones políticas se enfocan cada vez más en el “tamaño de los estados”), y éstas, a su vez, oprimen a la ciudadanía que empieza a tomar cada vez más conciencia de su poder. Este poder no tiene cara visible, sino que se apoya en una masa amorfa que choca con las jerarquías y símbolos tradicionales…

Es aquí donde podemos reconocer, al revés de la experiencia griega y de muchas otras tradiciones, un proceso simbólico inverso: la disolución del Cosmos existente, en el Caos. Y con ello la activación de un arquetipo de disolución/destrucción en el inconsciente colectivo. Un arquetipo apocalíptico.

LA ACTIVACIÓN DEL ARQUETIPO APOCALÍPTICO

Más allá de las paranoias gatilladas por profecías, predicciones y teorías conspirativas (que constituyen toda una mitología emergente asociada a la Sombra), este arquetipo no es nuevo. Casi toda sociedad humana posee una mitología referida al “fin de los tiempos” y sus señales. Ejemplos son el “Libro de las Revelaciones” de San Juan, el Ragnarok nórdico y el mito platónico de la Atlántida. En su libro “El Mito del Eterno Retorno”, Mircea Eliade se explaya acerca de los ciclos de muerte y renovación del Cosmos, y consigna que los estoicos romanos concebían estos ciclos en función de los cuatro elementos. Para ellos, ya había existido una “destrucción del mundo” por Agua. Ahí están los registros acerca de “diluvios” y “tsunamis” (uno de los sueños mas recurrentes de la especie humana) en casi todas las mitologías. Para ellos, la siguiente renovación del mundo estaría a cargo del Fuego, situación llamada Ekpyrosis. Y si hay algo que se está dejando sentir cada vez mas fuerte sobre nuestras cabezas, es el Calentamiento Global. Como dijimos al principio, un aumento de 1,5°C en el promedio de la temperatura mundial producirá graves resultados.

LA MUERTE DEL ÁRBOL DE LA VIDA

En nuestro país una de las consecuencias más conocidas (aparte de las continuas sequías en la zona central) es la alarmante muerte sin control de la población de Araucarias. Nueve de cada diez de ellas se encuentra enferma y con grandes posibilidades de morir, sin que haya explicación científica ni cura cercana. Con ellas también se encuentra en peligro una cultura y una forma de vida basal de la identidad de Chile: la cultura mapuche. Esta etnia, fuertemente arraigada a la tierra, se encuentra en crisis. Tiene choques complejos con la identidad chilena dominante, y problemas para mantener y transmitir las tradiciones ancestrales a sus nuevas generaciones.

La muerte del Pehuén o “Árbol de la Vida” de una etnia espiritualmente tan significativa para nosotros, habla (entre otras cosas) de la desaparición de un eje central del mundo. Sin ese eje, las fuerzas centrífugas se apoderan del Cosmos, y desaparecen una serie de referentes que antes daban estabilidad, certeza y sentido. La misma genética humana parece querer poner a prueba las concepciones morales muchas veces anquilosadas con la aparición de nuevas categorías de género y orientación sexual, como si intentara en lo físico una unión alquímica que no logró en el inconsciente colectivo, en términos de alteridad, de aceptación del otro. Si algo tuvo el siglo XX (y también el XXI) fue la polarización extrema y la aniquilación masiva del “otro”.

¿LA SUERTE ESTÁ ECHADA?

Si creemos en lo que Jung y Pauli llamaban “la unidad del mundo psico-físico”, el Calentamiento Global (tenga el hombre injerencia a causa de la Revolución Industrial, o corresponda a larguísimos ciclos naturales de renovación) es, a nuestro juicio, el símbolo mas potente en referencia a la situación planetaria. Es la manifestación de la “fiebre” en una enfermedad, del “acaloramiento” de la situación geo-política. El cuerpo planetario se está defendiendo, no solo a nivel físico, sino que también a nivel psíquico colectivo. Cirlot en su Diccionario de Símbolos arroja esperanza en su interpretación simbólica del calor: “la representación o mención del calor tiene siempre un sentido simbólico relacionado con la maduración de un proceso cualquiera, sea biológico o espiritual”.

Nuestra madre Gaia se encuentra en todos sus niveles en el Atanor, en el Horno alquímico, sometida a su propio proceso de transformación. Y arrastra con ella a todos sus hijos. No somos nosotros quienes tenemos la última palabra (ni nunca la hemos tenido), sino la Naturaleza.