Escribo desde una habitación en la calle Juncal, en el barrio de La Recoleta.
Cuando, por el trabajo de mi padre, debimos abandonar nuestra ciudad natal siendo yo una niña, se instaló la costumbre familiar de volver al terruño, a visitar a la tarantella, perdón la parentela, dos veces al año.
Hoy, nada es lo que fue; la casona de mis abuelos maternos se convirtió en un loft, y sin embargo, mi amor por esta ciudad de calles y amigos entrañables, no ha sufrido impacto.
Hay muchos que cruzan la frontera en busca del bife de chorizo, los shows tangueros, el barrio de la Boca y los espectáculos de la calle Corrientes. Nada más alejado de mi ritmo vital.
Aquí, una selección de mis lugares, poco, o nada turísticos.
Desayunar en La Biela, en Quintana, cerca de la Iglesia Nuestra Señora del Pilar y del añoso gomero.  Mirar a los parroquianos pasar, y disfrutar, con espíritu cancino, de café con medialunas.
Hacer el “circuito” Jorge Luis Borges- Alejandro Xul Solar. Impregnarse de la amistad de estos dos grandes haciendo el recorrido entre la fundación Borges (Anchorena 1660) y el Museo Xul Solar  (Laprida 1212).
Darse una vuelta por el Mercado de las Pulgas de Palermo Viejo. Ubicado en la esquina de las calles Niceto Vega y Dorrego mucho menos turístico que la feria de los días domingo de San Telmo, y con precios más módicos, abre todos los días, desde la mañana, y se puede cachurear de lo lindo.
Tomarse un helado en alguna de las muchas heladerías artesanales, herencia, como muchas, de los inmigrantes italianos.
Parada imperdible para quienes amamos los libros, es la Librería Ateneo Gran Splendid, en Santa Fe y Callao. Elegida por el periódico británico The Guardian, la segunda más linda del mundo, conserva la arquitectura original del teatro, y el esplendor de entonces, con la cúpula pintada, los balcones, la ornamentación intacta y hasta el telón de terciopelo. Para estar horas. Varios sillones repartidos permiten sentarse a leer cualquier libro sin obligación de comprarlo, tanto en lo que fuera el sitio de la platea como en los antiguos palcos. Hay restaurante y confitería.
Si te gusta la literatura esotérica, entonces tu librería es Kier, también en calle Santa Fe, a unas seis cuadras de El Ateneo.
Aunque a algunos de los míos sí, personalmente no vibro ni un poco con la carne. Entonces, nunca dejamos de ir a una pizzería. Los Inmortales es muy buena, aunque la más modesta y popular Guerrín, en la Avenida Corrientes desde 1932, es una buena opción. Un clásico es poner un trozo de mozzarella y aceitunas verdes sobre uno de fainá, hecha en base a harina de garbanzos, aceite de oliva, pimienta y sal. Una tradición venida con los inmigrantes genoveses a principios del siglo XX, que hasta hoy se conserva. Esta forma de comer se llama «Pizza a caballo» y es típicamente argentina.
Recorrer los Bosques de Palermo disfrutando las arboledas, lagos y rosedales y entrar al Malba, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, ubicado en calle Av. Figueroa Alcorta 3415.
Atravesar la Avenida del Libertador enfilando hacia  Puerto Madero, sin más propósito que respirar uno de los lugares bonitos de la ciudad.
Tomar el tren en la estaciòn Retiro rumbo a la localidad de Tigre. Disfrutar del viaje en tren y luego del pueblo y del Río de la Plata en su total magnitud.
Volver 120 años atrás tomando el té con masas finas en la Confitería Las Violetas, en Rivadavia equina Medrano, en el tradicional barrio de Almagro. Fundada en 1884 es digna de una película de Luchino Visconti.
Irse a Palermo Soho para tomar el pulso a la noche bonaerense. O al Barrio San Telmo. Asistir a algún recital (el último al que nos invitaron fue una fusión entre una orquesta de Tango y una banda Punk), o sentarse en alguno de los bares de la mítica Plaza Dorrego y comprobar que aquello que parecía imposible, sucedió. Un Starbucks, en pleno corazón del barrio, aunque sin el cartel de la diosa en verde, siguiendo la estética local de antaño.
Despedirse de la ciudad desayunando en el Tortoni, el café más antiguo de la cuidad, inaugurado en 1858 .
Bonus Track: El Cementerio de la Recoleta,  la Confitería y Panadería La Baronesa, en Charcas. La tienda de Chocolates Mamushka. El museo de Carlos Gardel, en El Abasto. ¿Un mall? Hay varios, recomiendo  El Patio Bullrich . ¿Te gusta el diseño? Buenos Aires Design ¿Una tiendita encantadora? Ada B Objetos ¿Con frío? Pide un submarino ¿Vas por más de una semana? Cruza en el río desde Puerto Madero hacia Colonia del Sacramento, Uruguay. O si estás en auto, sal del CABA, y vete hacia el norte, al antiguo mercado de Ingeniero Maschwitz, hoy circuito de locales gastronómicos, diseño y de arte.
Me voy. Se acaba el tiempo de escribir. Hay que ir a hacer sagrado lo cotidiano y lo extraordinario.
Nota: Escrito en 2011; actualizado en 2018.