
Todo esto en un muro abierto de las redes sociales. Entonces, llega el coro de opinantes, y como en una tragedia griega, aparece el tema de la consecuencia con los hijos y el de la conciencia. Y es ahí a donde quiero ir. A la conciencia de las nuevas generaciones, pues el fundamentalista en casa, es precisamente mi hijo, que no necesita que se la inculque, pues la que trae, vibra mucho más alto que la de su padre o la mía.
Los niños y jóvenes de hoy son tan adelantados, vienen ya tan avanzados, que cuando nosotros vamos, ellos vienen de vuelta. Mi hijo, un universitario de 19 años, acaba de iniciarse en Reiki. Y abraza con infinito amor estas primeras enseñanzas. Yo recuerdo haber despertado, con suerte, recién a los 33, luego de vivir lo que llamo las torres gemelas de mi vida. Y claro, poco a poco he ido haciéndome cargo de mis procesos personales, pero ha llevado tiempo.
Las nuevas generaciones vienen con las botas de siete leguas, y nos abren los ojos para avanzar a zancadas, y poner energía en construir una nueva realidad, donde el respeto y el amor sean los pilares. Así, nuestros hijos son nuestros grandes maestros, nuestro mejor portal de activación de consciencia.